Mazón, Ayuso, Ábalos, la Junta...
Silencios que indignan: nuestros políticos practican la 'omertà' mientras los ciudadanos esperan respuestas claras
Los detalles Mientras los políticos guardan silencio sobre la DANA, los errores sanitarios o el dinero no declarado, los ciudadanos permanecen sin respuestas, frustrados y cada vez más indignados por la poca vergüenza y la 'omertà' de sus dirigentes.

Nadie da explicaciones. Es un silencio que no calma, que no aclara, que huele a culpabilidad. Estos días, se extiende por la política y la administración como una sombra incómoda que nadie quiere reconocer.
Primero está Mazón. Las preguntas se acumulan: ¿por qué miente sin parar? ¿Por qué ocultó durante casi un año pruebas de la DANA mientras aseguraba que la Generalitat aportaba toda la información que tenía? ¿Por qué, aun hoy, no sabemos qué hacía ese día ni dónde estuvo? Posiblemente, en su silencio están las respuestas… pero mientras calla, crece la desconfianza y la sensación de que algo se esconde.
Lo mismo ocurre con la Junta de Andalucía. ¿Por qué han guardado silencio tanto tiempo sobre los errores en los cribados del cáncer de mama? ¿Desde cuándo lo sabían? ¿Qué saben realmente? ¿Ya saben por qué se produjo el error o siguen acumulando explicaciones: "es un fallo", "es un protocolo", "es un caso casi aislado"? Y, sobre todo, ¿cuándo van a decir si esta vergüenza puede afectar a otros pacientes oncológicos? Cada silencio añade más dudas que certezas y erosiona la confianza de quienes dependen de ellos.
Y Ayuso. ¿Cuándo dirá que cumplirá con la ley del aborto? ¿Por qué sigue Madrid sin tener un registro de objetores de conciencia antiabortistas? Un dirigente público no puede saltarse la ley diciendo "ya veremos". Este tipo de silencios no solo genera incertidumbre, también provoca indignación.
Luego está Ábalos. Preguntas que siguen sin respuesta: ¿de dónde salió su dinero no declarado?¿Por qué llamaban a los billetes "txistorras", "soles" o "lechugas"? ¿Por qué acumulaban tanto metálico? Sus silencios, al igual que los de otros, pueden contener las respuestas… pero en un político, callar no solo inquieta: avergüenza.
El patrón es evidente: cuanto más graves son las dudas, más contundente es el mutismo. Y ese silencio habla, aunque nadie lo reconozca. Es una especie de 'omertà': un código de silencio deliberado, similar al que usan mafias o grupos cerrados para proteger secretos y evitar rendir cuentas. Huele a culpabilidad, y mientras no digan nada, todos lo percibimos. Porque en política, el silencio no es neutro: es un mensaje. Y un mensaje que, en estos días, genera indignación, desconfianza y una sensación de vergüenza colectiva que no desaparece.
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