Aeropuertos bajo presión
El 'juego' de Ryanair: cómo la amenaza de irse convierte sus vuelos en moneda de presión sobre aeropuertos y gobiernos
La otra cara La suspensión de rutas de Ryanair deja a ciudades y regiones prácticamente desconectadas, afectando al turismo, la economía local y la movilidad de los ciudadanos mientras la compañía protege sus intereses económicos.

Este invierno, los aeropuertos de Vigo y Tenerife Norte dejarán de ver vuelos de Ryanair. La compañía low cost también recorta operaciones en Zaragoza y Santander, cierra su base en Santiago de Compostela —donde contaba con dos aviones— y mantiene sin actividad sus bases en Valladolid y Jerez. En total, un millón de asientos menos para España esta temporada. La excusa oficial: la subida de las tasas aeroportuarias de Aena.
Pero la historia va mucho más allá de la subida de impuestos. Ryanair lleva años usando la retirada de vuelos como estrategia de presión, no solo en España, sino por toda Europa: Francia, Alemania, Dinamarca, Italia… todos han visto cómo la aerolínea mueve sus aviones, recorta rutas y amenaza con abandonar aeropuertos ante cualquier cambio que afecte a sus cuentas.
Es algo parecido a aquel anuncio del juego Scattergories: si no le aceptan sus condiciones, Ryanair "se enfada" y se lo lleva todo. Sus aviones son su juego, y sus exigencias son claras: no subir tasas, no imponer impuestos, mantener las condiciones que le garanticen la máxima rentabilidad.
Los aeropuertos regionales son sus primeros objetivos. Allí Ryanair saca menos beneficio directo, pero también sabe que su retirada causa un daño considerable: la conectividad aérea desaparece, el turismo sufre y la economía local se resiente. Donde la compañía decide no volar, los aeropuertos pierden sentido; para muchas regiones, sus vuelos son prácticamente la única forma de estar conectadas. Es un golpe estratégico: menos rentabilidad, sí, pero mayor presión sobre las autoridades locales y regionales.
Y la estrategia funciona. En Suecia, la introducción de un impuesto a la aviación provocó la retirada de Ryanair; el impuesto terminó siendo eliminado. En Italia, la aerolínea amenazó con irse tras un aumento de 50 céntimos en las tasas aeroportuarias regionales, y tres regiones decidieron no aplicarlo.
Además, Ryanair obtiene ingresos adicionales de las administraciones públicas. En muchos aeropuertos regionales, no solo se financia con los billetes: recibe subvenciones, contratos de publicidad turística e incluso incentivos directos de ayuntamientos, diputaciones y comunidades. Ejemplos: 17 millones de euros en Cantabria, 7,1 millones en Vitoria, 1,5 millones en Vigo. Es dinero público que garantiza la presencia de la aerolínea, con el riesgo añadido de depender de su estrategia corporativa.
Y cuando no le salen las cuentas, Ryanair no duda en entrar en política: crítica y hasta insulta a altos cargos europeos y españoles, desde Ursula von der Leyen hasta ministros nacionales, cuestionando decisiones sobre tasas, regulaciones o tarifas de equipaje. La aerolínea se presenta así como juez y parte, capaz de condicionar políticas locales y nacionales en nombre de su negocio.
El resultado de esta estrategia es claro: los grandes aeropuertos siguen recibiendo vuelos y beneficios; los aeropuertos regionales pierden conectividad, turismo y oportunidades económicas. Ryanair demuestra que no solo busca rentabilidad en la venta de billetes: su objetivo es maximizar influencia, imponer condiciones y mantener su poder sobre el transporte aéreo regional, incluso a costa de dejar regiones enteras prácticamente desconectadas.