La lluvia. Cómo lo cambia todo. Cómo hace que algo que podría ser más de lo mismo se transforme. Se transforme a algo completamente nuevo. A algo que nadie, o muy pocos, serían capaces de predecir. Porque en Hungría, en lo que se preveía como un duelo Vettel - Hamilton con victoria de Seb terminó con Lewis en la pole y con sorpresa tras sorpresa en cada ronda clasificatoria. Carlos Sainz, como pez en el agua.

Disfrutando a bordo de su Renault justo en la semana en la que su nombre más en duda se ha puesto. Justo cuando era necesario dar un golpe sobre la mesa, el madrileño lo dio. Lo hizo con fuerza, mostrando sus virtudes y dejando al coche amarillo con una quinta posición de salida. A saber qué más podría haber hecho si hubiera cambiado neumáticos en la última batalla de la Q3.

Porque lo tuvo ahí. Tuvo a Hamilton incluso a una décima, y llegó a tener hasta la tercera plaza de salida. Era el día. Era el momento. Era su momento. Y lo aprovechó. Deslizando el Renault por el agua sin problemas mientras otros sufrían por mantener el coche en pista. Haciéndolo con velocidad, con los demás más preocupados por no salirse que por marcar un buen crono.

Y siendo listo. Muy listo, a la par que paciente y experto a pesar de su juventud. Supo cuándo salir. Supo con qué debía salir. Y supo cúanto tenía que estar en pista. Lo bordó, y los defectos del Renault quedaron ocultos con él. Hulkenberg cayo en Q2, en una que fue una auténtica criba y en la que se quedaron fuera Ricciardo y Fernando Alonso.

El asturiano sabe que bastante hizo que estuvo ahí. Que, en seco, ni por asomo habría obtenido la undécima plaza de salida que sí tuvo en agua. Habría sufrido en Q1, como él reconoció tras la clasificación, pero a buen seguro se queda ese regusto amargo de saber que, habiendo dado una vuelta antes, habría pasado a Q3. Llegó tarde, como el Red Bull de Ricciardo, y la pista no dejó de empeorar con cada vuelta.

Fue Vettel el que acertó en Q2, pero también fue Seb el que no encontró una buena vuelta en Q3 para caer ante Lewis Hamilton. Lo celebró como una victoria el británico, sabedor de las bondades de Hungaroring para los que llevan ventaja en clasificación. Y también lo hizo así por la dificultad. Porque fue 'in extremis' cuando le ganó a Bottas y a Raikkonen la partida final.

Fallando incluso en el segundo sector cuando ya no había tiempo para más, pero bordando el primero y el tercero para superar a su compañero por apenas tres décimas para lograr la pole. Desde ahí lo verá todo, y desde ahí pedirá al cielo que dé un respiro este domingo.

Todo puede cambiar si llega la lluvia, para mal suyo y para bien del resto. La Fórmula 1 cierra por vacaciones de verano con una carrera en la que puede pasar de todo, y en la que Hamilton quiere que no pase absolutamente nada.