Lo que no se ve
Equipo de Investigación descubre el lado oscuro de los chiringuitos: de drogar camareros a jornadas de hasta 36 horas sin extras
La otra cara En las sombras de los chiringuitos, hay una realidad más allá de los espetos y los mojitos. Es la de los camareros que cobran lo justo en trabajos de jornadas extenuantes y casi sin descanso, y a los que incluso han hecho consumir anabolizantes.

Resumen IA supervisado
El verano en España, conocido por sus chiringuitos y beach clubs, esconde un lado oscuro que ha revelado el Equipo de Investigación. Verónica, una excamarera, denunció al dueño de un chiringuito por drogarla con anabolizantes, lo que le causó graves efectos secundarios. Otros trabajadores relatan jornadas laborales extenuantes, contratos irregulares y condiciones de vida precarias. En lugares como El Palmar, los beach clubs han proliferado, a menudo operando sin licencias adecuadas. En Málaga, las sardinas servidas en los chiringuitos suelen ser importadas, mientras que en Barcelona, los mojiteros clandestinos compiten con los locales, ofreciendo bebidas a precios mucho más bajos. Esta es la realidad oculta del verano en el país con más bares del mundo.
* Resumen supervisado por periodistas.
Son parte fundamental del verano en España. Son clave en el país con más bares del mundo. Es lo que se ve. Es lo que se dice. Es de lo que se habla. Es lo que está a la luz de los chiringuitos. Sin embargo, en las sombras hay un mundo mucho más oscuro que ha descubierto Equipo de Investigación.
Un mundo como el que relata Verónica, una excamarera que llevó ante un juez al dueño de uno de estos locales. El motivo, la estaban drogando. La estaban dando anabolizantes repletos de testosterona desde el primer día en que entró a trabajar. De no hacerlo, despedida.
"Nos obligaban a tomarnos dos pastillas diarias nada más entrar a trabajar. Una vez a la semana empezaron a pincharme una inyección y luego ya hasta dos veces. A quienes no se tomaban las pastillas les echaban", cuenta.
Los efectos secundarios, tremendos: "No me reconozco en esa foto. Los brazos musculosos, la cara estropeada... me creía vello donde antes no tenía. Ahora tengo una voz masculina, y desde que tomé eso la menstruación se me cortó".
"Un ginecólogo me pregunto si estaba tomando testosterona, porque esos cambios físicos eran de alguien que tomaba anabolizantes", relata.
"El dueño venía con un maletín"
Y no es la única, porque el dueño de dicho chiringuito también tenía un servicio de hamacas en el que hacía lo mismo. "Venía con un maletín negro con las sustancias", cuenta un extrabajador.
"Era un régimen militar. Nuestra dieta, nuestros horarios, el esfuerzo físico de estar 12 horas bajo el sol en verano... Se me quemaron los pies por el rozamiento con las zapatillas y la arena", prosigue.
Hasta les encerraban: "A las 23:00 había un toque de queda. Quien no estaba en la casa no podía entrar".
"No me daba tiempo ni a ir a casa"
Así pasa. Así pasa en jornadas de trabajo extenuantes, como cuenta otro excamarero. "He llegado a hacer una jornada así, de 36 horas. De acabar a la 01:30 o a las 02:00 y tener que volver a las 07:00. No me daba ni tiempo para ir a casa. Directamente me quedaba en el restaurante", afirma.
Lo peor, la letra pequeña: "El contrato era de ocho horas... con suerte. he llegado a tener algunos de media jornada y cobrar lo demás en negro".
El gran 'pero' de los beach clubs de lujo
Es el lado oscuro de estos locales. De estos 'templos del lujo' como se venden, por ejemplo, los beach clubs. Los lugares en el que una hamburguesa cuesta 18 euros y en los que por estar en la zona VIP se pueden pagar hasta 600.
Lejos, en un descampado, la realidad de algunos empleados. Viviendo en caravanas. Con la energía de un generador a gasolina. Compartiendo 'piso' con desconocidos y sin agua ni baños. Tan solo con una caseta para hacer sus necesidades.
Mientras, de fondo, el tema de las licencias. El de ver esos locales a pie de playa que precintan y que siguen operando después de quitarlo. Algunos, incluso, está levantado en una duna en suelo protegido no urbanizable... y el alcalde de Vejer, el encargado del Ayuntamiento que debería poner orden en una zona como El Palmar, no se lo cree.
"¿Que cómo es posible? Yo me hago la misma pregunta", responde a la par que afirma que no tiene "un ejército" para tirar abajo estos locales.
Locales que han pasado de ser 50 a 150 en El Palmar. Que han convertido una zona de campo en un ir y venir de personas en época veraniega. "Se está convirtiendo en una zona muy llamativa para el cliente nacional e internacional", afirma una responsable comercial de un beach club.
Las sardinas de Málaga que son de Francia
Eso es lo que se ve. Lo que se come, por ejemplo en Málaga, son los espetos. Son las sardinas que, como afirman, pocas veces proceden del lugar. "A veces sí, pero pueden ser de Huelva, de Portugal, de Francia, de Croacia... Normalmente las que vendo son de Castellón, que aguantan más", dice un vendedor.
En los locales, cuidado. Cuidado porque el precio en caso de comerse un espeto en La Malagueta se dispara. Hasta 11 euros se paga, por los apenas 2,50 de los barrios lejos del centro. La relación entre su calidad y lo que cuesta es otra cosa.
Así lo ha demostrado un chef, que ha probado sardinas caras y otras baratas. A su juicio, las de 11 euros son peores que las que cuestan 2,50 por la frescura y el sabor.
Los mojiteros clandestinos de Barcelona
La competencia, clave para poner los precios. Pero en la Barceloneta, en la Ciudad Condal, ha aparecido otro negocio que trae de cabeza a los chiringuitos y que les está haciendo perder hasta el 30% de su caja.
Es el de los mojiteros clandestinos, que elaboran su producto en callejones con olor a pis y caca y que venden dichas bebidas por apenas un par de euros. Los chiringuitos, casi a 13. "Me dan igual los ingredientes, queríamos algo fresquito", dice un comprador de estos mojitos.
Ni las multas son capaces de pararles. Son de 360 euros, 180 si se paga con rapidez, pero les da lo mismo. No tienen, en algunos casos, intención de pagar. Y en 20 minutos están de nuevo con la mercancía lista para vender.
Es lo que no se ve del verano. Lo que no se muestra. Esa realidad que viven o han vivido muchos camareros. La de cobrar poco. La de cobrar mal. La de hacer horas extra sin control y no tener apenas descanso. La de, incluso, ser drogados por los propios dueños de los locales. Es la cara oculta del verano en el país con más bares del mundo.