Evolución. Esa es la clave. Esa es la forma de hacer un coche campeón en Fórmula 1. Sí, porque se trata de crecer. No de llegar y a ver qué pasa. Sino de avanzar. De progresar. De continuar. Es justo en lo que está fallando Aston Martin. En lo que está fallando un equipo que era el segundo mejor equipo en Bahrein, y en Canadá, y que ahora parece ser el quinto.

Que ahora parece haberse quedado atrás, muy atrás, con respecto no solo a Red Bull sino al resto. Tanto a los que eran rivales de Fernando Alonso en pistas como Jeddah como a otros nuevos. Como por ejemplo de McLaren. Porque no. No han evolucionado. No han llegado las mejoras. Y si han llegado...

Si han llegado no es que hayan servido de demasiado. Vayamos al GP de Bahrein. A un Gran Premio en el que McLaren era un equipo desastroso. A un Gran Premio en el que se vieron las virtudes del AMR23. Poco desgaste de neumático. Buena entrada en curva. Buena frenada. Buena tracción.

Qué lejos está Canadá

Lo dijo Alonso. Lo mejor del coche era que resultaba sencillo de pilotar. Fue igual en Arabia Saudí. En una carrera en la que logró su podio 100 no sin incertidumbre y donde reconoció que de haber tenido que sacar más a Russell lo habría podido hacer.

Esa era la realidad de Aston Martin. Alegría. Felicidad. La casi pole en Mónaco. La presión a Verstappen en Montecarlo y en Canadá. Sí, todo eran sonrisas. Los pelirrojos, y hasta un perro, disfrutaban del sabor del champán y de esa sensación de éxito que parecía haber llegado para quedarse.

Pero nada se queda sin trabajo. Nada permanece si no se sigue empujando. En ese sentido, y a saber cuánto ha tenido que ver el tema de los Pirelli, Aston Martin se está quedando atrás. En Hungría, pista marcada en rojo y radicalmente diferente a Austria y a Reino Unido, se han visto las costuras del AMR23.

Hungría estaba marcada en rojo, pero...

El ritmo, escaso. Las virtudes antes señaladas, opacadas por el resto de monoplazas. Está claro, a cuatro décimas de la pole y octavos. Antes era lo mismo y ser terceros. Pero el fuerte del equipo era la carrera, y en Hungaroring...

Los dos Red Bull, por delante. Los dos Mercedes, por delante. Los dos Ferrari, por delante. Y los dos McLaren, también por delante. Poca lucha pudo ofrecer Fernando ante Pérez. Poca presión pudo ejercer a Russell, que salía 18º. Poca pudo hacer también a Carlos Sainz.

Era como estar en tierra de nadie. Sin pelea. Sin acción. Sin defensa y sin ataque. Sí, dejando un gran adelantamiento a Valtteri Bottas, pero poco más que eso.

Ahora, a Spa

Es la nueva realidad de Aston Martin. La que espera al menos hasta el parón estival, con un GP de Bélgica que es todo lo contrario de Hungría. A saber qué sucede en Spa... pero tiene mala pinta.