La vida en Ktzi'ot

En medio del desierto del Negev: así son las celdas donde Israel enviará a los activistas de la Flotilla

Los detalles Hacinamiento, vigilancia constante, perros y guardias armados, escasez de alimentos y atención médica limitada: Ktzi'ot no es un lugar cualquiera y los detenidos lo sienten en cada hora de aislamiento.

En medio del desierto del Negev: así son las celdas donde Israel enviará a los activistas de la Flotilla

Los activistas de la Flotilla humanitaria que zarpó desde Barcelona hace más de un mes hacia Gaza han sido interceptados por Israel y trasladados a la prisión de Ktzi'ot, en pleno desierto del Negev.

Ktzi'ot no es una cárcel cualquiera: es la más grande de Israel en superficie, con 400.000 metros cuadrados repartidos en tres complejos y 28 pabellones, rodeada de alambradas de púas, torres de vigilancia y perros entrenados. Construida en 1988 durante la primera Intifada, cerrada en 1996 y reabierta en 2002, su historia está marcada por ser un lugar de máxima seguridad donde se alojan presos considerados de alto riesgo.

Para los activistas, esto significa un choque brutal con la realidad: las celdas son estrechas, hacinadas y austeras, con apenas espacio para moverse. El acceso a comida y agua es limitado, la atención médica escasa, y la vigilancia constante. En algunas imágenes compartidas por la prisión, se ve a reclusos arrodillados ante guardias armados, obligados a repintar paredes de celdas o realizar tareas bajo amenazas, mientras perros patrullan los alrededores.

Organizaciones de derechos humanos como B'Tselem y Adalah alertan de que las condiciones son extremas: palizas, brotes de sarna, privación de necesidades básicas y aislamiento son comunes, y temen que los detenidos de la Flotilla sufran un trato aún más severo que otros arrestados en flotillas anteriores.

En Ktzi'ot, los reclusos viven en un ambiente hostil y desolado: celdas frías, amontonamiento de personas, vigilancia constante y el desierto alrededor recordándoles que están aislados del mundo. Para los activistas solidarios, la cárcel no solo es un lugar de detención, sino un entorno diseñado para intimidar y controlar, lejos de la misión humanitaria que los llevó hasta allí.

Mientras esperan su deportación a Europa, los activistas cuentan con asistencia legal, pero la preocupación principal sigue siendo su salud y bienestar dentro de un lugar donde la dureza y el aislamiento marcan cada hora del día.

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