¿Hay fumata?
¿Qué pasa si el elegido en el cónclave no acepta ser papa?
Fumata negra si no hay acuerdo, fumata blanca si no lo hay. ¿Pero qué ocurre si el 'elegido' no quiere ser papa? El Vaticano tiene todos los escenarios previstos.

Todo está previsto en un cónclave. El proceso de elección del papa es tan complejo que todas las posibilidades están sobre la mesa, para todas hay respuesta. El protocolo es uno de los puntos clave del procedimiento, siempre de la mano del más estricto secreto. Lo más probable es que el nuevo papa esté entre los 133 cardenales que entran a la Capilla Sixtina para votar, aunque puede ser cualquiera, incluso sin necesidad de que sea cardenal.
En función de la fuente que se revise, los favoritos son unos u otros. Para el corresponsal del National Catholic Register Edward Pentin, autor del libro 'The next pope' y del Informe del Colegio Cardenalicio, son 12 los nombres que más suenan para dirigir la Iglesia los próximos años (entre ellos el 'Francisco filipino' Luis Tagle, Pietro Parolin o Robert Sarah); según Oddspedia, el ghanés Peter Turkson entra en disputa. Nadie sabe quién será el nuevo papa.
Para que uno de los aspirantes sea el elegido, tiene que tener el apoyo de dos tercios de los electores. Teniendo en cuenta que votan 133 cardenales, quien sea designado papa tiene que haber sido votado por al menos 89 de los cardenales presentes en la votación. Y, como es habitual, esto no se consigue en la primera votación.
Francisco, por ejemplo, necesitó cinco votaciones para salir elegido, mientras que Benedicto XVI sólo requirió cuatro. Que haya varias votaciones alarga la duración del cónclave, pero también permite que quien sea elegido, acepte el cargo. ¿Pero puede no aceptarlo? Sí, puede. Un candidato puede negarse a ser obispo de Roma, tal y como explica nuestro corresponsal en el Vaticano Javier Martínez Brocal.
Pero lo habitual es que si no quiere ser papa, lo haga saber "en las votaciones precedentes", avisando de que no aceptará. De este modo, se evita alargar un proceso que ya de por sí es arduo. De hecho, la 'Universi Dominici Gregis', la constitución apostólica que rige el procedimiento del cónclave, ni siquiera prevé que una vez elegido el candidato no acepte su cargo. Porque lo habrá 'rechazado' antes de que sea definitivo.
"Realizada la elección canónicamente, el último de los cardenales diáconos llama al aula de la elección al secretario del Colegio de los Cardenales, al maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias y a dos ceremonieros; después, el cardenal decano, o el primero de los cardenales por orden y antigüedad, en nombre de todo el Colegio de los electores, pide el consentimiento del elegido con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica para sumo pontífice? Y, una vez recibido el consentimiento, le pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado?", reza la constitución apostólica.
Dado que la negativa a convertirse en papa suele tener lugar en las votaciones previas —"No sé de ninguno que se haya negado en la votación final", asegura Brocal—, el cónclave permanece abierto hasta que salga un elegido, sin necesidad de tener que convocar otro cónclave para continuar. Y así, siguen las votaciones hasta que uno (que sí vaya a aceptar) acabe obteniendo esos votos necesarios. Esto quiere decir que si un candidato sale elegido pero no quiere aceptar el cargo, no hay fumata blanca.