La memoria no se olvida
25 años buscando justicia: lo que la memoria histórica ha logrado… y lo que la política ha bloqueado
La otra cara Medio siglo de exhumaciones, nombres recuperados y memorias rescatadas, pero también de obstáculos: gobiernos y partidos que han parado leyes y recortado fondos, dejando a muchas familias sin poder cerrar heridas.

Hace 25 años, una bota removió el pasado de España. No era cualquier bota: era la de los arqueólogos que en Priaranza del Bierzo, León, iniciaron la primera exhumación científica de una fosa común del franquismo. Allí se recuperaron los cuerpos de 13 hombres asesinados por pistoleros falangistas en 1939. Fue un momento histórico: abría la puerta para que miles de familias pudieran, por fin, saber dónde descansaban sus seres queridos.
Desde entonces, la lucha por la memoria histórica no ha parado. Se han hecho avances: leyes aprobadas, fosas localizadas, restos identificados. Pero también ha sido un camino lleno de obstáculos. Ha habido políticos que han visto estas recuperaciones como un problema, un gasto innecesario o incluso una molestia.
En 2007, con Zapatero en el Gobierno, se aprobó la Ley de Memoria Histórica. La izquierda celebró el avance: por fin había una herramienta para que las familias recuperaran a sus seres queridos. La derecha, en cambio, lo criticó desde el primer momento y no ha dejado de hacerlo desde entonces.
Mariano Rajoy dijo que la ley solo traería "líos, problemas y divisiones" y que no contentaría a nadie. Cuatro años después, José María Aznar aseguró que "eso no se hace removiendo tumbas ni huesos". Y en 2018, Pablo Casado añadió que era "una ley innecesaria" y que "de nada sirve desenterrar el pasado".
Cuando Rajoy llegó al Gobierno, los fondos para buscar y exhumar víctimas del franquismo quedaron congelados. En cinco presupuestos consecutivos, destinó cero euros a estas partidas. Muchos trabajos se paralizaron, y se instaló la idea de que a la izquierda solo le importaba el dinero.
Sus propios portavoces lo reflejaron claramente: Hernando decía que algunas familias solo se acordaban de sus padres cuando había subvenciones para encontrarlos; Ester Muñoz criticaba que millones se usaran en "desenterrar huesos en lugar de mejorar a jueces y fiscales"; y el senador José Joaquín Peñarrubia llegó a bromear diciendo que "no hay más fosas, salvo que te pongas a buscar a García Lorca".
Hoy, 11.000 cuerpos siguen enterrados sin identificar. Miles de familias esperan justicia, reconocimiento y, sobre todo, recuperar a sus seres queridos. Mientras tanto, partidos como Vox y el PP siguen bloqueando leyes y exhumaciones, convirtiendo la lucha por la memoria en un terreno de confrontación política.
A pesar de todo, la memoria sigue viva. Aquella primera bota que hace 25 años abrió una fosa sigue marcando el camino. Cada exhumación, cada nombre recuperado, cada historia que vuelve a la luz es un paso más en una lucha que, aunque incompleta, sigue siendo una batalla de justicia, dignidad y verdad.
Porque, a veces, la historia se cambia de a poco, con paciencia, con coraje y con botas en la tierra.
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