¿Cómo es la inflación en el lugar en el que vives? En provincias más pobladas, como Madrid o Barcelona, los precios cerraron 2022 un 4,9 % y un 5% por encima de hace un año, respectivamente. Sin embargo, en otras como León (7,6 %), Ávila (7,4 %), o Teruel (7,2 %), lo hicieron muy por encima de la media nacional.

La razón de este fenómeno se produce precisamente por el número de habitantes. Los municipios con menos de 10.000 son los más perjudicados por la inflación, especialmente aquellos cuya población está formada por personas mayores de 65 años que viven solas, según Funcas.

¿Por qué se produce?

Viajamos al interior de la provincia de Salamanca, a unos 30 kilómetros de la ciudad, para comprobarlo. En el pequeño pueblo de Sieteiglesias de Tormes, donde apenas son 200 vecinos, no tienen ni tan siquiera una tienda de ultramarinos. Para comprar o repostar, tienen que trasladarse más de siete kilómetros, hasta Alba de Tormes. Eso, o esperar a los vendedores ambulantes que pasan cada tanto por la zona.

La venta ambulante. El que no falta prácticamente ningún día es el panadero, Aitor. Él se levanta a las 03:00 de la madrugada para hacer el pan: "Cargas y sobre las nueve de la mañana empiezas a repartir los pueblos", explica, mientras conduce por las laberínticas calles de este pueblo diminuto, llamando a los vecinos con el claxon, dejando los pedidos en la puerta de cada casa, o directamente, entregándolo en mano. Recorre entre siete y ocho municipios al día, lo que para él implica "echarle sobre 50 o 60 euros de combustible a la semana".

Reconoce no haber subido el precio de sus productos ni una sola vez en 14 años. Solo en el último, lo ha tenido que hacer dos veces, ante la subida de costes de producción y del diésel. "10 céntimos el pan máximo", asegura. "Hay gente que sí lo entiende, pero porque ha subido todo", añade.

La tienda del pueblo. Ellos tienen que comprar el combustible para poner el alimento en la puerta de los hogares que no tienen cómo o dónde ir a hacer la compra. Para los vecinos que tienen vehículo, otra opción es conducir hasta la tienda de alimentación más cercana, la de Maricarmen, dueña de Supermercados Maricarmen, en Encinas de Arriba.

Ella nos lo dice, igual que se lo dice a sus clientes. "Si a mí me suben los precios, yo los tengo que subir", sentencia. Dice que tiendas de pueblo pequeñas como la suya no tienen la misma capacidad de compra que las grandes cadenas, ni cuentan con el mismo número de consumidores que un supermercado de ciudad. "Nosotros tenemos que subir los precios un poco más porque si no, no sacamos ni para pipas", lamenta.

La gran superficie. La última opción está en "la gran ciudad", Salamanca. Gabriel, dueño del bar Godín, el último en Sieteiglesias de Tormes, reconoce que es una buena opción para ir a comprar más barato, pero reconoce que "te gastas en combustible y en tiempo", lo que ahorras en compra. "Echas cuentas y sales más o menos igual", recalca. Es decir, más caro. Al ser lo comido por lo servido, él dice que se queda con la venta ambulante, porque al menos, "tiene mejor calidad el género".

Sus habitantes se decantan por organizar viajes a estos sitios solo para las compras grandes. Uno de ellos, Javier, es casualmente cajero en uno de estos supermercados de la capital y dice sentirse muy identificado, porque ir "conlleva un gasto, porque te tienes que desplazar hasta Salamanca, o aprovechar cualquier viaje que vayas a hacer y ya lo complementas con la compra".

Lo mismo con los combustibles

Tratamos de buscar la estación de servicio más cercana en Sieteiglesias de Tormes. En el pueblo, por supuesto, no hay. En los de alrededor, tampoco. Para poder repostar nuestro vehículo, hay que conducir 14 kilómetros al norte, hasta Alba de Tormes.

Allí, al menos hay una. Por lo que el precio -prácticamente obligatorio- al que llenan el combustible los vecinos de la zona es de 1,72 euros el litro en el caso de la gasolina y de 1,81 euros, en el caso del diésel.

En Salamanca ciudad, aunque solo sea por la mayor variedad de gasolineras, sus habitantes pueden repostar por un mínimo de 1,63 euros el litro de gasolina y de 1,58 en el caso del diésel. Es decir, hasta nueve y 23 céntimos de diferencia, respectivamente.

La explicación tras los datos

Los alimentos y el combustible son, junto con la energía, los subíndices que más han subido desde el inicio de la crisis económica. A cierre de 2022, la alimentación estaba un 11,6 % más alta que el año anterior y el transporte un 12,1 %, según datos del INE. Sin embargo, ¿por qué afecta más a los pueblos que a las grandes ciudades?

Óscar Maide, alcalde de Sieteiglesias de Tormes, lo resume con bastante sencillez: "Si vas a la tienda de pueblo más cercano, una tienda pequeñita, los precios son caros y la variedad es escasa. Si vas a una gran superficie, te lo vas a gastar en gasolina".

Pero hay más factores que afectan directamente a estos hogares y que tienen que ver con su nivel de renta, o con la falta de población. Según Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, "las grandes ciudades cuentan con una mayor variedad de servicios y tienen más competencia". Los pueblos, al tener menos opciones donde elegir -por no decir más de una-, pueden hacer que los pocos que controlan el suministro aprovechen para inflar algo más los precios.

Las economías de los pueblos pequeños del interior dependen en gran medida del sector primario, uno de los más afectados por esta crisis y por las últimas sequías. Esto recorta todavía más el consumo de los hogares, ya de por sí, famélico. Los hogares con baja renta o con personas mayores de 65 años poseen, además, un gasto que se centra en lo básico. Para Torres, "su pauta de consumo se basa sobre todo en bienes esenciales", lo que acentúa todavía más el alza de precios en estas zonas.