Además de ser un equipo totalmente imparable dentro del asfalto, Red Bull también lo es fuera de él. Christian Horner y Helmut Marko no hacen prisioneros con los pilotos y, cuando las cosas no van bien y los resultados no son los esperados, no les tiembla el pulso para tomar soluciones.

Cuando Daniel Ricciardo se subió al Toro Rosso por primera vez en 2012, no era consciente de la carrera profesional que le esperaba. Al igual que tampoco era consciente de que, con su ascenso a Red Bull en 2014, iba a provocar un ciclo de despidos en la escudería satélite de la marca energética que ha llegado hasta el día de hoy.

Y es que, con la vuelta de Daniel para sustituir a De Vries, se da por finalizado el peor ciclo que cualquier equipo puede desear. El australiano llega en sustitución del neerlandés, que a su vez sustituyó a Gaslycuando el francés fichó por Alpine.

Al mismo tiempo, Gasly llegó a AlphaTauri en sustitución de Alex Albon, que hizo lo propio con Brendon Hartley. Pero la cosa no se queda ahí, porque Hartley llegó como sustituto de Carlos Sainz, que también tapó el hueco que dejó el despido de Kvyat que, casualmente, sustituyó al propio Daniel.

Sin duda alguna se cierra un círculo perfecto, controvertido cuanto menos, pero que demuestra que Red Bull no tiene ningún problema a la hora de destrozar la los sueños de sus pilotos. Si las cosas no van bien o el piloto no tiene 'manera' de campeón, se va a la calle.