Salvados: la gran fuga
Gimeno recuerda 'la noche de los varazos' con sus compañeros de la COE: "Nos puso en fila y al que le tocaba le pegaba con una vara de olivo"
Cinco de los 18 reclutas que protagonizaron en 1994 la mayor fuga de un cuartel español se reencuentran en Salvados tres décadas después para recordar los abusos sufridos durante la mili obligatoria y su impacto vital. Gimeno no puede olvidar 'la noche de los varazos'.

Salvados rememora en el tercer programa de la temporada un hecho excepcional en la historia del Ejército español. En 1994, cuando el servicio militar aún era obligatorio, tuvo lugar la mayor fuga registrada en un cuartel de nuestro país.
18 soldados reclutas de la COE (Compañía de Operaciones Especiales) huyeron de madrugada con el objetivo de denunciar públicamente los abusos que sufrían a manos de sus superiores, pertenecientes a los boinas verdes. Tres décadas más tarde, cinco de aquellos jóvenes -Burgas, Torres, Membrilla, Matamalas y Gimeno- vuelven a encontrarse por primera vez.
Ahora, ya hombres adultos, conservan intacta la memoria de lo vivido y del impacto que aquello tuvo en sus vidas. Hay episodios muy concretos que no logran borrar de su memoria.
La noche de los varazos
"¿Os acordáis de la noche de los varazos?", pregunta de repente Gimeno a sus compañeros. "Salió con la vara y empezó a darnos varazos", rememora.
Un cabo primero, que solía beber más de la cuenta, repartía anís a los reclutas con la excusa de que así les crecería la barba. Aquella misma noche, tras mandarlos a dormir, apareció de nuevo y los sacó al patio. Los puso en fila y, según la simpatía que le tuvieran o el tamaño de la barba, descargaba un varazo con una rama de olivo en el pecho o donde alcanzara. "Al que le tocaba, pues...", cuenta en el programa de laSexta.
Después de la agresión, los jóvenes volvían al interior y trataban de quitarle hierro al asunto entre risas nerviosas, asegura Gimeno. "Decíamos: 'ah, yo me tapaba contigo para que te diera a ti'", añade. Esa actitud era, en el fondo, una forma de normalizar la violencia que vivían a diario en el cuartel, algo que hoy recuerdan con pesar.
Con el tiempo, algunos comprendieron que aquel comportamiento estaba marcado por el grave problema de alcoholismo que padecía el cabo. Matalamalas recuerda haber pensado entonces si los golpes habían llegado simplemente porque el militar se había tomado "dos copas de más" antes de irrumpir en la habitación.
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