Un momento decisivo
La historia detrás de los nombres papales: tradición y simbolismo en cada elección
¿Por qué es importante? La elección del nombre del papa, desde los más comunes como Juan hasta los prohibidos, revela la conexión entre la identidad personal del pontífice y el mensaje espiritual que desea transmitir a la Iglesia.

El nuevo papa ha revelado su nombre: León XIV. Esta elección no es solo un detalle formal, sino una decisión cargada de simbolismo y significado, que marca el comienzo de su pontificado. Elegir un nombre al asumir el cargo de papa es una tradición antigua y significativa, que refleja no solo la personalidad del nuevo pontífice, sino también sus prioridades y el mensaje que desea transmitir al mundo.
El papa León XIV se une a una larga lista de papas que han llevado el nombre de León. Con esta elección, se convierte en el decimocuarto papa que elige este nombre. El más reciente, León XIII, fue un pontífice muy influyente, conocido por sus enseñanzas sobre la doctrina social de la Iglesia, especialmente en lo que respecta a la justicia social y los derechos de los trabajadores.
Al elegir este nombre, el nuevo papa parece querer continuar y profundizar en este legado de preocupación por los más desfavorecidos y por una Iglesia cercana a las problemáticas sociales.
La tradición de elegir un nombre papal comienza inmediatamente después de la elección del papa, cuando se pronuncia el histórico 'Habemus Papam' y el mundo entero espera saber cómo se llamará el nuevo pontífice. Este momento, que se vive en la Plaza de San Pedro, no solo marca la presentación del nuevo papa, sino también un mensaje claro y simbólico: el nombre elegido refleja la visión y el estilo del pontificado que comenzará.
A lo largo de la historia, muchos papas han elegido nombres de otros papas que admiraban o cuyos logros querían seguir. El nombre más repetido es Juan, que ha sido elegido por 21 papas. Le siguen Gregorio y Benedicto, con 16 papas cada uno, y Clemente, que ha sido elegido 14 veces, al igual que León en la actualidad. Esta tendencia refleja la admiración por ciertos papas y el deseo de continuar su legado.
Sin embargo, existen ciertas reglas no escritas en la Iglesia que limitan la elección de nombres. Por ejemplo, ningún papa se ha llamado Pedro II, ya que el primer papa, San Pedro, es considerado una figura única y fundamental para la Iglesia. De igual forma, el nombre Jesús nunca ha sido elegido, por respeto al Salvador. Además, hay nombres asociados con figuras históricas controvertidas, como Felipe, que fue utilizado por un antipapa en el siglo XI, y desde entonces nunca ha vuelto a ser elegido por un Papa legítimo.
La elección del nombre es vista por muchos en el Vaticano como un momento clave, el 'nacimiento' de una nueva identidad. Esta decisión, que puede parecer un simple gesto simbólico, tiene un peso considerable, ya que puede reflejar los valores, las prioridades y las preocupaciones del nuevo papa.
En el caso del papa Francisco, por ejemplo, su elección del nombre en honor a San Francisco de Asís marcó su pontificado como uno de los más humildes y comprometidos con la paz y la pobreza. Fue el primero en elegir ese nombre, algo que rompió con la tradición y envió un mensaje claro de reforma y cercanía con los más necesitados.
Con la elección de León XIV, el nuevo papa no solo honra a un papa influyente como León XIII, sino que también envía un mensaje de continuidad con la doctrina social de la Iglesia y un posible enfoque renovado en la justicia social y el bien común.