Hasta bien entrado el siglo XX el colonialismo había dejado una de sus huellas más vergonzosas: los zoológicos humanos. Todo comenzó en el siglo XIX, con la denominada 'venus de hotentote', una mujer sudafricana que fue exhibida como atracción en Reino Unido y Francia. Estuvo tan expuesta que se podía tocar y que cuando murió sus restos se conservaron y no fueron devueltos a África hasta 2002.

Ella fue la primera, pero los demás nunca fueron nombrados. No se sabía nada de ellos. No eran nadie: o bien eran contratados o traídos a la fuerza. Muchos morían y a otros se les perdía el rastro. Sí es conocido el caso de Ota Benga, un joven 'cazado' en África que fue expuesto en el zoo de Nueva York e introducido en una jaula junto a un chimpancé. Finalmente, la presión social hizo que la exhibición se acabara, pero poco después Ota Benga acabó suicidándose de un tiro tras años merodeando por Estados Unidos.

Los humanos expuestos se utilizaban para como animales de feria, como entes extravagantes que llamaban la atención. Una actuación que también se produjo en España. En 1887, nuestro país expuso filipinos; en 1897 africanos; en 1913 volvió a hacerlo con africanos y en 1929 a ciudadanos de Guinea, al igual que en 1942 en Valencia. La última exposición humana en Europa ocurrió en 1958, en la exposición universal de Bruselas. Con ella se dio fin a la máxima exposición de colonialismo, de racismo convertido en espectáculo.

laSexta Clave hace un repaso en el vídeo principal de esta noticia por la vergonzosa historia racista del colonialismo blanco, desde el primer ser humano expuesto hasta el fin de esta práctica.