Diplomacia con sorpresas

La Asamblea de la ONU que no te esperas: zapatos que golpean mesas, bebés en brazos y hasta el "diablo"

La otra cara La Asamblea General de la ONU combina política seria con momentos inesperados: zapatos que vuelan, discursos interminables, bebés en brazos y hasta Hugo Chávez llamando "el diablo" a Bush. Una historia llena de escenas curiosas que quedan para siempre en la memoria.

La Asamblea de la ONU que no te esperas: zapatos que golpean mesas, bebés en brazos y hasta el "diablo"

La Asamblea General de la ONU vuelve a ser el centro de atención mundial. Este año, el debate sobre reconocer el Estado Palestino promete marcar la agenda: varios países podrían reconocerlo, Netanyahu estará presente y los líderes palestinos tendrán que intervenir por videoconferencia, después de que Estados Unidos les negara el visado.

La guerra entre Rusia y Ucrania también estará presente, con la esperada reunión entre Donald Trump y Volodímir Zelenski. España estará representada por Felipe VI, en su primera intervención desde que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno.

Pero más allá de los discursos solemnes y las resoluciones, la ONU tiene un historial de momentos inesperados que parecen sacados de un guion. En 2006, Hugo Chávez llamó "el diablo" a George W. Bush y dijo: "Ayer estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar, huele a azufre todavía", dejando a todos boquiabiertos.

Los zapatos también han hecho historia: en 1960, Nikita Jrushchov golpeó la mesa con su calzado durante un discurso del representante de Filipinas, un gesto que sigue recordándose como uno de los más excéntricos de la Asamblea. Ese mismo año, Fidel Castro prometió un discurso breve… y terminó hablando durante cuatro horas y media.

Los bebés también han dejado su marca. En 2018, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, llevó a su hija de tres meses a la Asamblea mientras explicaba que debía darle el pecho. La escena recorrió el mundo y demostró que incluso en la diplomacia más seria puede haber momentos humanos y cercanos.

Y no faltan las anécdotas más extravagantes: Muamar Gadafi, en 2009, montó una tienda de campaña en Nueva York para su visita; Mahmoud Ahmadineyad hizo que hasta 33 delegaciones se levantaran al acusar a Estados Unidos de orquestar el 11-S; y el año pasado, el representante de Haití tuvo que beber agua directamente de la jarra porque no encontró un vaso.

Entre zapatos que golpean mesas, bebés que conquistan audiencias y diablillos que aparecen en discursos, la ONU demuestra que incluso en el foro más formal del mundo siempre hay espacio para lo inesperado, lo absurdo y lo memorable. Este año, mientras se debate sobre Palestina y la crisis en Ucrania, esos momentos históricos siguen flotando en los pasillos de la Asamblea.