A pesar de que Kiev, la capital de Ucrania, se encuentra a 3.000 kilómetros de nuestro país, las consecuencias de la invasión rusa ya se notan también aquí. En lo más cercano, incluso, en el bolsillo.

Los bombardeos en las ciudades ucranias se han sentido con fuerza también enlas bolsas europeas, que se han desplomado nada más arrancar (el IBEX 35, el índice español, ha amanecido con pérdidas de más del 4%), y también en el precio del gas y del petróleo. El barril de Brent, de referencia en el mercado europeo, ha superado los 100 dólares por primera vez desde 2014. Y la subida de la energía, que ya tiraba de los precios, puede agravarse.

El efecto más inmediato, de acuerdo con la economista senior de Funcas María Jesús Fernández, va a notarse en nuestros costes del día a día. "Teníamos prevista una media de inflación del 4,6% pero se podría disparar al 5,5% o incluso más. Es un mínimo, no sabemos muy bien hasta dónde podría escalar el precio del gas y del petróleo ni hasta dónde podría arrastrar el precio de la electricidad", señala en conversación con esta cadena.

Una idea en la que concuerda el analista económico Juan Ignacio Crespo, que apunta otra variable: el depósito de gasolina de nuestros coches. El precio del petróleo crece, pero todavía más el de sus derivados. "Las refinerías están con un déficit de capacidad por la fortísima demanda después del COVID-19. En lo que va de año, hasta ayer, el Brent había subido un 21% y la gasolina sin plomo, un 30%".

Sube el pan... y la luz

Pero la importancia estratégica de Rusia no reside únicamente en el factor energético. Rusia y Ucrania combinadas aportan un 30% de las exportaciones mundiales de grano (trigo, maíz, cebada). Según un informe de la firma holandesa Rabobank, en un escenario de una guerra breve en el territorio el trigo podría encarecerse un 30% y el maíz, un 20%.

Pero si el conflicto y las sanciones de los aliados europeos y de la OTAN se agravaran, la oferta de trigo ucranio y ruso se reduciría, provocando un alza de los precios hasta, al menos, mediados de 2023, cuando afloren nuevas cosechas.

Una subida que también se espera en los aceites (el 75% del aceite de girasol que consumimos en España procede de Ucrania) y en los fertilizantes, que podrían dispararse un 20% en el caso de una guerra exprés y un 40% en el caso de que se encone.

¿Qué supone esto? Si sube la energía, sube el grano (fundamental para el alimento humano y animal) y suben también los fertilizantes, el roto en el bolsillo será grande. "Va a subir el precio de todo, por incidencia directa o por la inflación. La cerveza puede encarecer", advierte Crespo. Y a mayores precios, menor consumo. La pescadilla que se muerde la cola.

"El impacto directo sobre nuestra actividad económica es sobre el consumo", subraya Fernández. "Esto podría reducir nuestra tasa de crecimiento de forma intensiva, en torno a un punto porcentual. Y esto solo por el efecto de la inflación", afirma la experta.

El factor clave será la duración del conflicto. De acuerdo con Rabobank, en un conflicto breve el impacto sobre la inflación global sería de en torno a 0,6 o 1,6 puntos porcentuales este año, restando tres décimas de crecimiento a la eurozona. En el caso de que se extienda y entren en vigor duras sanciones, los precios lo notarían entre 1,3 y 3,5 puntos porcentuales solo por el conflicto, con una notable reducción del crecimiento.

Invasión rusa, subida de hipotecas

Una segunda oleada de los efectos económicos pasa por una subida de los tipos de interés para intentar atajar la inflación. Es decir, del precio del dinero que nos prestan los bancos. Y la traducción más inmediata es en un aumento del precio por los créditos y de las hipotecas.

"Esto afecta, en primer lugar, a las personas que están endeudadas con un tipo de interés variable. Cuando revisen su hipoteca van a tener que pagar más", explica la experta de Funcas.

Pero, además de los préstamos para la vivienda, también se va a frenar la economía por la vía de la inversión: al encarecerse los créditos, las empresas frenan proyectos estratégicos que sí habrían llevado a cabo en circunstancias de mayor estabilidad. Una incertidumbre que se trasladaría al ahorro de los hogares: el aumento de los precios reduce el consumo pero la inestabilidad podría retrasar decisiones de compra de los hogares (coches, vivienda, electrodomésticos...). Nuevamente, la pescadilla.

La nota positiva es que, en las primeras horas de guerra, el conflicto ha afectado positivamente a la deuda pública española. "Cuando se producen situaciones de tanta incertidumbre, es uno de los activos refugio además del oro", dice Crespo, quien, de momento, aleja las subidas de tipos de Europa: "No se han comprometido, por lo que no tenemos esa presión del Banco Central Europea. Había subido mucho el tipo de interés de la deuda pública española y de las demás a diez años. La gente aquí normalmente tiene la hipoteca indexada a tipos de corto plazo y, mientras esto no suba, no van a verse afectados".

El impacto desconocido de una guerra larga

Rabobank ha diseñado tres escenarios y el tercero de ellos implica una guerra larga de consecuencias desconocidas. Si se diera este caso, sus economistas son incapaces de imaginar lo que ocurriría: "tendría tal efecto disruptivo sobre los flujos del comercio mundial que los modelos macroeconómicos no pueden diseñarlo".

Un informe de la gestora de fondos UBS apunta que la clave será la duración. El presidente ruso, Vladimir Putin, no ha cerrado el grifo del gas y el petróleo a Europa. Esto es porque la venta de combustible (controla un 30% del mercado de crudo y un 35% del gas natural) supone también recursos adicionales para su guerra. "Putin tiene un gran interés en continuar vendiendo energía y otras mercancías a Europa, un argumento contrario a un conflicto duradero", apuntan los expertos.

El sector turístico también se pregunta cuánto durará esto y si este verano, que se prometía de recuperación y más cercano al de 2019 en un mundo preCOVID-19, estará marcado el ataque ruso a Ucrania. "El impacto va a ser muy negativo por la reducción del turismo ruso, que es un turismo de mucha calidad", resume Crespo.

Pero no solo eso: habrá una dicotomía, explica el experto, entre "cañones y mantequilla": "Aunque Europa occidental no se vea implicada directamente esto va a deteriorar la actividad económica y la gente se volverá conservadora, más propensa a ahorrar y menos a viajar".

La incertidumbre es máxima y la resolución del conflicto no está clara ni cercana en el tiempo. Con la economía recuperándose del impacto de la pandemia, la guerra añade presión. Lo resume Crespo: "Se van a juntar el hambre y las ganas de comer".