Carlos Sainz no pudo terminar la carrera del GP de Austria. Cuando todo hacía presagiar un doblete de Ferrari, con él o Charles Leclerc ganando en el Red Bull Ring, un problema de fiabilidad en su monoplaza hizo que el coche se incendiase con él dentro.
Fue en la vuelta 58, cuando Sainz se acercaba a Verstappen para ser segundo. Los Ferrari, con más ritmo, daban buena cuenta del Red Bull en pista cada vez que se encontraban con él.
Sin embargo, falló el motor. Tremendo petardazo que hubo en el coche de Sainz, y el motor, sin la tapa, comenzó a prender el coche.
Detuvo el monoplaza fuera de la pista, y las llamas comenzaron a devorar su monoplaza con él dentro del cockpit. Los comisarios parecían esperar algo, pero no había tiempo.
Había que apagar las llamas, ante la ausencia de freno de mano y con el coche en marcha. Sainz no se podía bajar, mientras el monoplaza iba yéndose hacia detrás y el fuego seguía avanzando.
Sainz ya se quería, se tenía, que bajar del coche. No había otra opción. Llegó un comisario para poner un taco en la rueda y facilitar la salida de Carlos del Ferrari.
Ya fuera de él, estaba claro la tremenda decepción que sentía. Sabía que, mínimo, iba a ser segundo. Que podía meter más presión a Leclerc en el Mundial y de recortar también puntos a Verstappen.
De hacer un doblete con Ferrari y de celebrar en el podio con el equipo tras una semana convulsa.
No pudo ser, y su coche terminó envuelto en llamas para decir adiós, de la peor forma posible, al GP de Austria.
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