La investigación, que publica la revista 'Nature Communications', revela que estos residuos liberan hasta 23.600 toneladas métricas de carbono orgánico disuelto en el agua, que en su mayor parte es rápidamente consumido por las bacterias, lo que estimula su crecimiento.
El trabajo, llevado a cabo durante los dos últimos años en colaboración con la Universidad de Viena, ha estudiado cómo afectan los residuos plásticos vertidos en el mar a los niveles más bajos de la cadena trófica, las bacterias.
La investigadora del Departamento de Oceanografía Física del ICM-CSIC Cristina Romera, que ha liderado el trabajo, ha explicado que "hasta ahora se conocían los efectos nocivos de los residuos plásticos en animales, desde pequeños invertebrados a ballenas, pero se ignoraba cómo afectan a las bacterias marinas".
Así, "el objetivo de nuestro estudio era cuantificar cuánto carbono orgánico proveniente de los residuos plásticos se libera al medio marino y qué consecuencias tiene para las bacterias", ha añadido Xosé Antón Álvarez Salgado, profesor de Investigación del CSIC en el Laboratorio de Geoquímica Orgánica del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo.
Para averiguarlo, el equipo hizo experimentos en los que distintos tipos de plástico flotando en agua de mar fueron expuestos a la radiación solar durante períodos de una semana y un mes.
Utilizaron los tipos de plástico que se encuentran en mayor proporción en el océano: polietileno de alta y baja densidad, HDPE y LDPE, respectivamente, y polipropileno, PP, la mayoría envases y bolsas de plástico de supermercado.
Los investigadores observaron que todos ellos liberaban carbono orgánico al agua de mar, tanto si habían sido expuestos a la radiación solar como si no.
"Teniendo en cuenta que cada año se vierten al océano hasta 12 billones de toneladas de plástico, nuestros resultados sugieren que este plástico libera anualmente unas 23.600 toneladas métricas de carbono orgánico", ha concretado Romera.
En una segunda fase, los biólogos añadieron bacterias al agua de mar que contenía los compuestos liberados por el plástico y vieron que, tras cinco días, las bacterias habían consumido el 60 % del carbono orgánico disuelto liberado por el plástico.
Además, en los casos en los que el plástico no había sido expuesto a la radiación solar previamente, las bacterias consumieron más carbono y crecieron más rápidamente.
"Esto indica que la radiación solar produce cambios estructurales en los compuestos liberados por el plástico, que pueden inhibir el crecimiento de las bacterias", según Álvarez Salgado.
Los científicos calculan que en la superficie del mar flotan actualmente más de cinco billones de trozos de plástico y las previsiones apuntan a que los residuos plásticos que se vierten aumentarán hasta 10 veces en la próxima década.
"Esto incrementará proporcionalmente la cantidad de carbono orgánico, con consecuencias para el crecimiento bacteriano y, a su vez, para otros organismos acuáticos y para el ciclo de carbono en los océanos", según los biólogos.
Los plásticos a la intemperie sufren procesos de degradación y envejecimiento que provocan su ruptura en trozos pequeños.
Los más diminutos, los microplásticos, con tamaños inferiores a cinco milímetros, pueden provenir de productos cosméticos, que usan micropartículas plásticas y son tan pequeños que escapan a los filtros de las depuradoras, han resaltado los investigadores.
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