En España faltan camioneros, camareros, albañiles o temporeros. Con millones de parados, en nuestro país falta manos de obra y no somos una excepción internacional. La carencia de mano de obra se ha colado hasta en la mismísima Casa Blanca.

Si el crack de 1929 en Estados Unidos fue el detonante de la Gran Depresión, ahora, la crisis provocada por el COVID ha desembocado en la ya conocida como Gran Dimisión. Miles de trabajadores renuncian directamente a sus puestos de trabajo. Otros trabajadores exigen mejorar laborales recortadas con la pandemia.

"Es una crisis estructural que viene arrastrándose durante más tiempo, y que habla de que la capacidad de generar beneficios de nuestro sistema socioeconómico, del capitalismo, está empezando a tener algunos problemas. Para intentarlo solventar, se aprietan las condiciones laborales, igual que se aprietan las capacidades de explotación de la naturaleza", sostiene Luis González Reyes, coautor de 'La espiral de la energía'.

Durante las últimas décadas ha existido un país con infinita mano de obra, de trabajadores aparentemente infatigables que nos permitía producir más barato. Hasta ahora.

En China se han echado al suelo literalmente. Un irreductible grupo de jóvenes está rechazando las obligaciones de una vida esclava y opta por trabajar lo justo para ir tirando: es el movimiento 'tang ping', 'estar tumbados'.

"China ahora mismo es probablemente el epicentro de las luchas laborales, las personas que trabajaban una cantidad de horas grandísima, con pocas prestaciones sociales y con condiciones salariales bajas se están organizando. Están mejorando sus salarios, están teniendo algunas contraprestaciones, están poniendo límites a la cantidad de horas que trabajan, y esto está haciendo que la producción china ya no sea tan barata como era anteriormente", añade González Reyes.

Por otro lado, laSexta Columna también pone el foco en cómo la falta de microchips puede lastrar la economía y desembocar en despidos. Puedes verlo en el vídeo que se incluye a continuación.

La falta de microchips lastra la economía y amenaza con traducirse en despidos