La Dana, un año después
Un país para solidarizarse: la lucha de los pequeños empresarios en Picanya y Aldaia un año después de la DANA
Luis Calero ha visitado estas dos localidades donde ha conocido las historias de dos pequeños empresarios completamente opuestas. Ambos han conseguido reabrir sus negocios, pero uno de ellos lo tiene que cerrar, mientras que el otro ha sobrevivido gracias a la ayuda de la gente.

El periodista Luis Calero ha visitado las localidades valencianas de Picanya y Aldaia, que hace un año sufrieron los estragos de la DANA, para saber cómo es la vida allí después de que el agua y el lodo se llevasen por delante 237 vidas y un sinfín de negocios y viviendas. Concretamente, Calero ha podido conocer las historias de David y Batiste, las cuales están llenas de contrastes.
En el caso de David, quien regenta un bar en Picanya, la DANA del 29 de octubre de 2024 le pilló trabajando. Tuvo que salir como pudo y solo salvó un microondas que "estaba en alto". Como él mismo ha explicado, tuvieron que volver a "rehacer el suelo, las paredes" e incluso "comprarlo todo nuevo", puesto que "no quedó nada". De hecho, un año después todavía tiene humedades en las paredes. En su local, el agua llegó alcanzar un metro y medio de altura. "Yo vine ese día a las cinco de la mañana y veía como bajaba el agua y es que no te lo podías creer, no tenía sentido todo lo que estaba viendo", ha recordado.
Todo el esfuerzo por volver a abrir vio sus frutos en abril, cuando con la ayuda de la gente consiguió volver a empezar. Sin embargo, lo tiene que cerrar. El propietario del local, con quien ya tenía una deuda, le ha demandado y le ha reclamado los seis meses de alquiler que estuvo cerrado a causa de la DANA. De hecho, la denuncia se interpuso 12 días después de la catástrofe, cuando aún estaba "quitando barro". "Hace un cúmulo de dinero que no podemos afrontar, con lo cual nos tenemos que marchar", ha añadido.
En el caso de Batiste, quien encabeza la octava generación del horno-pastelería más antiguo de la Comunidad Valenciana con 275 años de historia, el Baixauli, el agua también le pilló trabajando. Su negocio se encuentra a poco menos de 50 metros del Barranco del Poyo y como ha rememorado, "al principio el agua corría muy despacito, pero en cuestión de 25-30 minutos superó los 70 centímetros". Fue en ese momento en el que decidió salir, puesto que si no "me iba a quedar aquí". A propósito, pudo llegar a casa de su madre agarrándose a las paredes de las calles.
Cuando pudo volver, todo estaba volcado y echado a perder, de hecho, ha reconocido que dudaba de si volver a abrir o no, pero fue la ayuda que recibió de la gente la que le convenció a hacerlo. Tanto es así, que ha relatado como la gente del pueblo se acercaba periódicamente a su establecimiento y le entregaba sobres con dinero y le decían: "Tenéis que volver a abrir". Pese a todo, Batiste ha reseñado que si a día de hoy siguen abiertos es porque desde distintos puntos de España les han donado la maquinaria, ya que hay "muchísimo dinero que no nos ha llegado todavía".
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