Bajo ataque
Au revoir, Louvre: más que un robo, una humillación al orgullo patrio de Francia
¿Por qué es importante? Francia no solo ha perdido piezas de gran valor: este robo hiere su historia, su identidad y su orgullo patrio. Que alguien se lleve algo del Louvre se siente como una humillación directa, un golpe al símbolo más importante de su grandeza.

El arte siempre ha sido codiciado, y las historias de robos no son nuevas. 'La Mona Lisa' de Da Vinci fue arrancada de su marco por un antiguo trabajador que la escondió bajo un abrigo. La moneda de oro más grande del mundo se la llevaron en una carretilla por las vías del tren. 'El Grito' de Munch desapareció en 50 segundos, dejando una nota que decía: "Gracias por la poca seguridad".
Pero lo que ha pasado en Francia ahora duele más que cualquiera de esos episodios. Porque esto no es solo un robo: es una humillación. Un golpe directo al corazón del país, a su historia y a su orgullo.
El Louvre no es cualquier museo. Para los franceses, es un símbolo nacional. Lo que empezó como una fortaleza para defender París se convirtió en palacio real y terminó siendo patrimonio del pueblo. Las colecciones de reyes, aristócratas y la Iglesia pasaron a ser patrimonio público, para que todos las disfrutaran. Con el siglo XX, el museo se transformó en una institución cultural de alcance mundial, y dejó de ser solo un edificio: se volvió una cuestión de Estado.
François Mitterrand lo entendió bien: impulsó la famosa pirámide, diseñada por un arquitecto estadounidense de origen chino, una propuesta que generó polémica porque rompía con los cánones europeos. Pero era parte de un gran proyecto que convirtió al Louvre en un museo que el mundo admira. Chirac, Sarkozy y Hollande continuaron la tradición, usando el Louvre como una carta de presentación de la grandeza de Francia frente a presidentes y jefes de Estado.
Para Emmanuel Macron, el Louvre es mucho más que arte. Allí celebró su victoria en 2017 y allí quiere dejar su huella. Este año anunció el "nuevo renacimiento" del museo, un plan de restauración que pretende reforzar su papel como símbolo cultural y político.
Y es por eso que este robo duele tanto. No es solo dinero o arte lo que se lleva: es un ataque al orgullo de todo un país. En Francia, los símbolos nacionales se cuidan con celo, porque representan la historia, la identidad y el alma de la nación. Perder algo así es más que un crimen: es una herida al orgullo patrio.
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