Secretos de Estado a la venta
La seducción del poder: cómo los espías chinos llegan hasta la Corona y Westminster
El modus operandi Nada de amenazas ni chantajes. Los nuevos espías chinos entran por la puerta grande: con donaciones, viajes pagados y sonrisas diplomáticas. En Reino Unido, su influencia llega hasta los pasillos de Westminster… y más arriba.

Europa empieza a despertarse ante un miedo que hasta hace poco sonaba lejano: la influencia china. En Países Bajos, el Gobierno ha requisado una empresa de semiconductores de capital chino por miedo a perder el control de un sector clave. En Bruselas, el Parlamento Europeo ha pedido a sus diputados que dejen de usar móviles y aplicaciones chinas por motivos de seguridad. Y en Londres, la Fiscalía ha acusado al Ejecutivo de no haber ayudado lo suficiente para encausar a dos supuestos espías chinos infiltrados en Westminster.
Sí, hasta Westminster. Hasta la sede del Parlamento británico. Reino Unido está lleno de espías chinos —y no es una exageración. No han puesto micrófonos ocultos ni han amenazado a nadie. Su estrategia ha sido más elegante: donaciones millonarias, cenas caras, viajes pagados y una buena dosis de halagos. Todo con un objetivo muy concreto: saber qué se cuece en el poder británico.
Ahí entra en escena Christine Lee. Abogada, de origen chino pero residente en Reino Unido desde hace décadas, según el MI5 —los servicios secretos británicos— era una agente de la inteligencia china. Su papel, dicen, consistía en ganarse la confianza de diputados y asesores para recopilar información: qué planes tenía el Gobierno, qué pensaba la oposición, quiénes eran los políticos con más proyección.
Lo hacía todo a la luz del día, sin romper ninguna ley. Tan bien, que nadie ha podido acusarla formalmente de espionaje. La única respuesta del Estado ha sido una circular interna del MI5: una advertencia a los parlamentarios para que tengan cuidado. "No se fíen de quien les adule. No compartan información. Y revisen quién les invita a cenar."
Porque el espionaje chino no solo se infiltra en los despachos. También entra por las pantallas. El 'Tifón Salado' —o Salt Typhoon— es el nombre que los servicios de inteligencia occidentales han dado a un grupo de ciberataque vinculado al ejército chino. Usaban empresas tecnológicas como tapadera para colarse en sistemas occidentales: proveedores de Reino Unido, Estados Unidos o España. Desde ahí podían ver quién hablaba con quién, qué se decía, dónde estaba cada persona.
Con esos datos, es posible todo: localizar a cualquiera, conocer estrategias políticas o robar secretos industriales. Los expertos en seguridad lo tienen claro: hay que comportarse como lo haría una madre sensata. Cuidado con quién te juntas, con quién te escribe y con qué compartes.
Europa empieza a reaccionar. Pero mientras China se infiltra con donaciones, ciberataques y sonrisas, el continente se pregunta si ya es demasiado tarde para poner freno.
*Sigue a laSexta en Google. Toda la actualidad y el mejor contenido aquí.