La UNESCO ha otorgado su protección al techno de Berlín, declarándolo patrimonio inmaterial. Este reconocimiento llega tras una década de esfuerzos por DJs y organizadores de fiestas, quienes veían en esta distinción una oportunidad para asegurar la supervivencia de los clubes berlineses, muchos de los cuales cerraron durante la pandemia.
Más que una simple corriente musical, el techno se ha erigido como un símbolo de libertad desde su nacimiento en la década de 1980. La caída del muro de Berlín encontró en esta música la banda sonora perfecta para unificar a una ciudad dividida, convirtiéndose en un emblema de reunión y expresión tras años de represión.
Los inicios del techno en Berlín estuvieron marcados por una fuerte sensación de comunidad y hermandad. Espacios abandonados, desde bunkers de la Segunda Guerra Mundial hasta fábricas vacías, se transformaron en epicentros de una cultura vibrante que atraía a una mezcla diversa de personas, desde okupas hasta soldados, todos unidos por el ritmo experimental de esta música.
El techno también se manifestó en la calle, notablemente a través del Love Parade, que comenzó en 1989. Este evento sacó la música electrónica de los clubes y la llevó al espacio público, atrayendo eventualmente a millones de personas y simbolizando una contracultura que buscaba extender su mensaje de libertad y unidad a un público más amplio.
Aunque el techno comenzó como una subcultura casi anárquica, con el tiempo se integró más en el circuito comercial. Los clubes empezaron a adoptar estructuras más convencionales, con zonas VIP y un enfoque en el lucro. A pesar de esta evolución, Berlín sigue siendo el corazón del mundo techno, conocido por su exclusividad y su capacidad para mantener viva la esencia de esta música, que ahora goza del reconocimiento de la UNESCO.
No es el único
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