Decía "no", pero hacía "si"

La moral sexual franquista: una ley para el pueblo, otra para las élites

La otra cara Mientras el régimen franquista exigía castidad y obediencia, las élites accedían al aborto, mantenían queridas y cruzaban fronteras para saltarse la ley.

La moral sexual franquista: una ley para el pueblo, otra para las élites

María José Cantudo protagonizó el primer desnudo integral del cine español en 'La trastienda'. Fue un momento breve —cuatro segundos— pero suficiente para revolucionar una industria marcada por décadas de censura. La película recaudó 186 millones de pesetas, el triple de lo habitual. Nacía así el cine del destape. Y con él, una sacudida social.

Corría 1975. Franco acababa de morir. España entraba en la Transición con ansias de libertad, y el cine fue uno de los primeros escaparates donde se reflejaron esas ganas de romper con el pasado. 'La trastienda', dirigida por Jorge Grau y con María José Cantudo como protagonista, no solo destapó cuerpos, sino también contradicciones: los españoles llevaban 40 años sin ver un desnudo en pantalla, pero la represión no afectaba a todos por igual.

El cine del destape fue un fenómeno de taquilla, pero también una reacción colectiva a una represión sexual impuesta por el régimen franquista y avalada por la Iglesia. Una moral estricta, conservadora y profundamente hipócrita.

Y basta con unas cuantas palabras clave para entender esa doble vara de medir.

Aborto. Para la mayoría, estaba prohibido. Las mujeres del pueblo debían resignarse a llevar sus embarazos no deseados adelante, muchas veces fruto de relaciones ocultas o forzadas. Pero las élites tenían otra opción: el avión a Londres, el secreto bien guardado y la vuelta sin consecuencias. Ellas podían pagar su libertad reproductiva.

Querida. Mientras a las mujeres se les exigía pureza y fidelidad, los hombres con dinero podían mantener una "querida". Piso pagado, negocio montado, incluso una segunda familia paralela. El divorcio no estaba permitido, pero el poder compraba discreción y tolerancia. Las reglas no eran las mismas para todos.

Prostitución. En un país donde el sexo fuera del matrimonio estaba condenado, los prostíbulos eran la válvula de escape permitida. El hombre tenía "necesidades", decía la moral franquista, y había que satisfacerlas para evitar males mayores. Las prostitutas eran estigmatizadas, pero necesarias. Pecadoras útiles.

Turistas. En los primeros años del boom turístico, se intentó aplicar la misma represión moral a los extranjeros. Pero cuando llegaron las divisas, llegaron también las excepciones. A ellos se les permitía lo prohibido a los españoles: el bikini, la libertad de expresión corporal. Otra vez, no eran las normas, era quien las rompía.

Todos estos aspectos de la moral franquista quedan recogidos en el libro 'Sexo en el franquismo (Editorial Almuzara)', del periodista y ensayista Manuel Espín, que retrata cómo el poder político, económico y social se saltaba las reglas impuestas al pueblo.

Un espejo roto que mostró una verdad incómoda

El cine del destape fue mucho más que piel en pantalla. Fue el espejo que rompió, por primera vez, el silencio sobre una moral sexual clasista, misógina y controladora. Un grito de libertad… aunque lleno de contradicciones.

Hoy, cinco décadas después, no solo recordamos a María José Cantudo como pionera de un nuevo cine. También recordamos que ese breve desnudo iluminó una oscuridad que llevaba demasiado tiempo ocultando los cuerpos… y las verdades.