Dos meses después del hallazgo del cuerpo de Sonia, aparecieron los cadáveres de otras tres mujeres a siete kilómetros al sur de Castellón. El mismo verano que Joaquín Ferrándiz mató a Sonia, se dirigió al norte de Castellón, a una zona de clubs de alterne, aunque en una carta que escribió desde prisión quiso aclarar: "Si hay algo que no soy, es 'putero'; con todo mi respeto hacia esta profesión, es un método triste y denigrante de consuelo sexual que nunca ha sido de mi agrado".

A pocos minutos de los locales de prostitución, algunas mujeres esperaban a los clientes a pie de carretera. "Una chica hizo autoestop y detuve el vehículo. Tras aceptar los servicios que ésta ofreció, fuimos a un lugar que ella me indicó", relató Ferrándiz.

Nada hizo sospechar en ese momento a Natalia de que ese cliente atractivo y educado iba a ser su asesino. "Tras pagarle y desnudarse, es cierto que me abalancé sobre ella y la até las muñecas para evitar resistencia con una bolsa de plástico que ella tenía. Seguidamente, la asfixié como a Sonia, por la espalda y con las manos", reconoció con frialdad.