Dos meses después del hallazgo del cuerpo de Sonia, aparecieron los cadáveres de otras tres mujeres, a siete kilómetros al sur de Castellón. Ferrándiz relató con frialdad el asesinato de estas tres mujeres en una carta que escribió en prisión. "Tras pagarle y desnudarse, es cierto que me abalancé sobre ella y la até las muñecas para evitar resistencia con una bolsa de plástico que ella tenía. Seguidamente la asfixié como a Sonia, por la espalda y con las manos", confesó, en referencia al asesinato de Natalia.

"A los pocos días se calcó la historia. Paré por el mismo lugar, más o menos a la misma hora y otra chica me ofreció su servicio. En esos momentos, no era yo, no era una persona, sino que era un autómata, un robot. Tras llegar al sitio que ella indicó, me abalancé sobre ella resistiéndose y atacándome con una jeringuilla, y tras reducirla, la asfixié con mis manos", contó sobre el crimen de Paqui, quien ejercía la prostitución para pagar sus dosis de heroína.

Y con Mercedes, de 23 años, repitió el mismo 'modus operandi' en 1995: "Falleció, al igual que Sonia, de espaldas y a causa de apretar con mis manos. Fue rápido; no llegué a atarla". "Que hubiera tres muertes y no más, es simplemente por el hecho de que a veces volvía a casa por la Nacional y, sobre todo, porque se acabó el verano", reconoció.

Vicente Garrido, catedrático de Criminología, indicó a Equipo de Investigación que Ferrándiz "mata a todas las mujeres asfixiándolas". "Se trata de un método próximo, personal, barato y poco cruento, por lo que él no es un criminal sádico, no necesita sangre ni vísceras. Podríamos decir, si la palabra no resultara un poco extraña en este contexto, que él es un asesino 'pulcro'", afirmó.