Un río verde y sucio

El váter como vertedero: el Tajo se ahoga entre residuos que parten, en su gran mayoría, de Madrid

Los datos
Lo que se tira en los baños de la capital acaba flotando bajo los puentes de Toledo. La Comunidad de Madrid es responsable del 80% de los vertidos contaminantes que arrastra un río cada vez más débil y olvidado.

Confluencia entre el río Tajo y el río Jarama
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Lo que parece un gesto cotidiano e inofensivo —tirar de la cadena— es en realidad el inicio de una cadena de contaminación que termina en el río Tajo. En muchas casas, el váter se usa como una papelera más: pelos, toallitas, tampones, restos de comida… todo desaparece tras el agua. O eso creemos. Pero no desaparece. Todo eso acaba aquí, en uno de los ríos más importantes de la península, convertido hoy en un vertedero encubierto.

A su paso por Toledo, bajo la ciudad amurallada y Patrimonio de la Humanidad, el Tajo arrastra una mezcla de residuos y aguas residuales. En la confluencia con el Jarama, la diferencia es tan evidente como alarmante: el agua clara del Tajo se funde con la opacidad del Jarama, mucho más turbia, oscura, cargada de contaminantes. Esa mancha densa viene de Madrid, y con ella, millones de gestos malentendidos.

La Comunidad de Madrid es responsable de más del 80% de los vertidos contaminantes que arrastra el Tajo. Los datos lo confirman, pero basta con mirar el color del agua para entenderlo. El problema, además, se multiplica por la falta de caudal: el trasvase Tajo-Segura drena parte del agua que podría diluir esta carga contaminante. El resultado es un río debilitado, incapaz de defenderse.

Eduardo Sánchez, director general de la Real Fundación de Toledo, lo resume con claridad: "El que debería ser afluente, el Jarama, actúa como río principal. Viene sucio. Y el principal, el Tajo, llega tan pequeño que no puede diluir nada".

Lo más preocupante es que la mayoría no lo sabe. La percepción general es que las depuradoras lo arreglan todo, que el agua vuelve limpia al río. Pero eso no es verdad. Las depuradoras no son infalibles ni están hechas para descomponer todo lo que el váter arrastra. Según Sánchez, "no es razonable tomarse el váter como si fuera una papelera. Por buena que sea una depuradora, hay residuos que no puede gestionar".

Y así, cada gesto privado tiene una consecuencia pública. Cada desperdicio tirado al inodoro no desaparece: viaja hasta el río Tajo. Lo que se vierte en una casa de Madrid, acaba flotando bajo los puentes de Toledo. Un río histórico, cultural y natural, convertido en el último eslabón de una larga cadena de desinformación y negligencia.

El Tajo ya no fluye: se defiende como puede. Pero no aguanta mucho más.