🌍Día contra el Cambio Climático
Sumarse al decrecimiento como modo de vida para combatir el cambio climático
¿Cómo funciona?Esta corriente propone reducir el consumo y priorizar la sostenibilidad frente a la acumulación, invitando a repensar hábitos, producción y políticas públicas para garantizar un futuro ambientalmente viable.

Durante décadas, el crecimiento económico ha sido considerado sinónimo de progreso. Sin embargo, ante la evidencia del cambio climático, la escasez de recursos y el deterioro ambiental, surge una corriente que cuestiona esa idea: el decrecimiento.
Lejos de ser un concepto utópico, el decrecimiento plantea un cambio profundo en la forma de vivir, producir y consumir. Te contamos qué es el decrecimiento, cuándo surgió, y qué argumentan sus defensores y detractores.
¿Dónde nació el decrecimiento?
Aunque el término decrecimiento se popularizó en Europa a comienzos del siglo XXI, sus raíces se remontan varias décadas atrás.
En 1972, el Club de Roma publicó el informe 'The Limits to Growth', elaborado por un grupo de investigadores del MIT, que advertía sobre las consecuencias de un crecimiento económico y demográfico ilimitado en un planeta con recursos finitos.
Ese estudio fue un punto de inflexión: por primera vez se planteó de manera científica que la expansión constante de la producción y el consumo podía conducir al colapso ambiental.
Durante los años setenta, economistas y filósofos como Nicholas Georgescu-Roegen, André Gorz o Jacques Ellul profundizaron en estas ideas. Georgescu-Roegen, en particular, introdujo el concepto de bioeconomía, relacionando la economía con las leyes de la termodinámica y advirtiendo que toda actividad económica implica una degradación irreversible de la energía y los recursos naturales. Su pensamiento influyó directamente en la base teórica del decrecimiento moderno.
Vivir mejor con menos
El término décroissance comenzó a tomar forma en Francia en esa misma década, aunque no fue hasta principios de los años 2000 cuando el economista francés Serge Latouche lo consolidó y difundió a nivel internacional.
En obras como 'La sociedad del crecimiento' (2003) o 'Pequeño tratado del decrecimiento sereno' (2007), propuso un modelo centrado en la suficiencia, la cooperación y el respeto por los límites ecológicos. Su planteamiento se resume en una idea clave: vivir mejor con menos, sustituyendo la acumulación material por el equilibrio y la calidad de vida.
Más que una política económica, el decrecimiento se ha convertido en un movimiento cultural y social que invita a cuestionar los hábitos cotidianos. Adoptarlo implica reconsiderar el uso de la energía, la movilidad, la alimentación o la relación con el trabajo. En la práctica, puede traducirse en consumir menos y mejor, favorecer los productos locales, reutilizar, reparar y compartir en lugar de reemplazar.
El decrecimiento, un movimiento que crece en Europa
En países como Francia, Bélgica o España, esta filosofía comienza a tener eco en comunidades que optan por estilos de vida más sostenibles: cooperativas de consumo, bancos de tiempo, redes de intercambio y proyectos de agricultura ecológica.
Estas iniciativas demuestran que reducir el consumo no implica necesariamente pérdida de calidad de vida, sino una reorganización de las prioridades hacia la salud, el tiempo libre y la conexión social.
Según el Eurobarómetro de 2023, más del 70 % de los ciudadanos europeos consideraron que el consumo actual no es sostenible a largo plazo, y una parte creciente de la población adopta hábitos de compra más responsables. Esta transformación social refleja una toma de conciencia colectiva frente a la crisis ecológica.
Del compromiso individual a las políticas públicas
Los expertos advierten que el decrecimiento no puede depender solo de la voluntad individual. Requiere políticas públicas capaces de transformar las estructuras económicas y energéticas actuales.
Entre las medidas más citadas están la reducción de la jornada laboral, la promoción de energías renovables, la fiscalidad verde o el fomento de economías locales resilientes.
Organismos internacionales como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) coinciden en que alcanzar los objetivos de descarbonización exige una reducción sustancial del consumo global. En este sentido, el decrecimiento se presenta como un marco posible para orientar la transición ecológica de manera equitativa.
El informe 'Emissions Gap Report 2023' del PNUMA advierte que las emisiones globales deben reducirse al menos un 42 % para 2030 si se quiere limitar el calentamiento global a 1,5 °C. Lograrlo requiere no solo innovación tecnológica, sino también cambios estructurales en los patrones de consumo.
Un debate abierto sobre el modelo económico
No obstante, el debate sigue abierto. Sus detractores sostienen que una economía en decrecimiento podría generar desempleo o recesión, especialmente en los países en desarrollo.
Sus defensores, en cambio, insisten en que el objetivo no es frenar la economía, sino transformarla: sustituir la lógica del beneficio inmediato por un modelo sostenible que mida el progreso en bienestar y equilibrio ambiental.