Carlos Sainz es un experto en sobreponerse. Un experto en salir de cualquier dificultad. En encontrar cualquier hueco posible para salir del barro y empezar a andar por césped recién cortado. En México, como en muchas otras ocasiones, lo volvió a hacer, y pasó de temerse lo peor a ser casi el mejor del resto.

Porque en la Q1, y tras su brillantez en los Libres 3, en Ferrari sudaron frío. "No power", dijo Carlos por radio. Le pidieron paciencia, pero nada. No había manera. "Nada, nada", respondía Sainz. Pero el motor estaba y, de repente, todo pareció volver a la normalidad.

Estaba en problemas, pero pasó a Q2. Y ahí cumplió. Cumplió con su objetivo que era entrar a Q3 con la goma media para empezar así en carrera. De nuevo, tuvo que pelear contra viento y marea.

Su primer intento no fue bueno. Fue suficiente, pero no bueno. Así que lo intentó de nuevo. Mejoró, pero tampoco. Y posteriormente, la definitiva. Calentó sus gomas y comenzó su ataque para ver cómo Giovinazzi se salía de pista y provocaba una bandera amarilla.

Era el piloto que iba delante, y tuvo que aflojar. El resto no, porque el italiano ya salió al asfalto. Sin embargo, lo logró y plantó el Ferrari en Q3. Hizo su trabajo.

Cuando todos estaban con las mismas gomas y en las mismas condiciones lo volvió a hacer. Es más, hizo más. Más que Charles Leclerc y que todos salvo cinco pilotos. Los cuatro intocables (Bottas, Hamilton, Verstappen y Pérez), y un Pierre Gasly que a una vuelta es de los mejores que hay.

Marcó un 1:16.761 y fue lo que necesitó para, en carrera, salir por delante de los McLaren y de su compañero de equipo. Sainz, permiso para soñar en México.

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