Dos agentes custodian a esta hora el gimnasio de Aguilar. Es el quinto día de rastreo, han tirado paredes, levantado el tatami, revisado figuras, tallas de bambú y, por supuesto, las dagas. Aguilar había reformado hacía muy poco su guarida zen. Los agentes buscan pistas recientes, pero también de hace 16 años, de 1997, y no muy lejos de este templo, en pleno centro de Bilbao.

Aguilar buscó a sus víctimas y montó su primer gimnasio en el barrio de San Francisco. La Ertzaintza también ha registrado el centro y, pese a su actual abandono, lo han encontrado muy limpio, demasiado. Un montacargas es ahora otro punto clave en la historia de Aguilar. En 1997 su hermano murió aplastado por él. Entonces, se pensó en un accidente. Ahora, 16 años después, las sospechas resurgen y la inquietud se traslada a la calle.

El miedo a que aparezcan nuevas víctimas de Aguilar, ha marcado esta semana negra en Bilbao. Se han revisado incluso las listas de desaparecidos, destapando que hay tres muertes violentas aún sin resolver en el País Vasco.

Y al miedo, se suma la angustia de los amigos y familiares de Ada y Jenny. En Colombia y en Nigeria esperan la repatriación de sus cuerpos, aunque todavía faltan restos por analizar. La investigación está siendo especialmente meticulosa, y, a la espera del informe forense, la Ertzaintza ya habla de Aguilar como de un psicópata frío, coherente en sus testimonios pese a su confusión en las fechas. Ahora, a sus crímenes recientes, podría sumar un pasado aún más oscuro.