La Guerra Civil acabó en 1939, pero no el ansia de venganza por todo lo que pasó en aquellos años. Eso siguió en la dictadura de Francisco Franco. Y Julián Grimau lo sufrió. Fue el último fusilado de la Guerra Civil. El 20 de abril se cumplen 60 años de su muerte. Le mataron en 1963 por lo que pasó entre 1936 y 1939.

En los años de la guerra, Grimau, militante de izquierdas, se afilió al Partido Comunista. Y en esos años, desde su puesto en la Brigada de Investigación Criminal, en la policía, persiguió a los quintacolumnistas en Barcelona, a aquellos que trabajaban para los golpistas en la zona republicana.

La República cayó. Miles de españoles tuvieron que huir del país temiendo las represalias de los vencedores. Entre ellos, Grimau. Estuvo en un campo de concentración francés para los exiliados. Estuvo en una compañía luchando en la Segunda Guerra Mundial. Y estuvo más tarde viviendo en Cuba. Pero regresó a Francia para cumplir con una misión del Partido Comunista. Como miembro de la dirección de la formación, le habían pedido que se estableciera en Francia con su familia. Que se ocultase con una identidad falsa y que viajase a España como miembro clandestino del partido. Su misión era contactar con los comunistas que seguían en el país para intentar socavar el franquismo desde dentro de España.

En uno de esos viajes a Madrid como comercial marsellés fue detenido. Una tarde de noviembre de 1962 se reunió con un compañero del partido la plaza de Manuel Becerra, en Madrid. Y cuando lo deja y se monta en un autobús, seis policías le arrestan. El hombre con el que acababa de encontrarse le había traicionado.

La policía política de Franco estaba feliz. Detenían a un republicano exiliado, a un comunista clandestino, a un dirigente del PCE. Quieren sacarle toda la información que tiene, pero Grimau no cuenta nada. Entonces le torturan. Le rompen la cabeza, le fracturan los brazos, le quiebran las muñecas y lo disfrazan diciendo que se ha tirado por una ventana. Seis meses después de su detención, el franquismo le lleva a los tribunales, a la Justicia Militar. Por comunista en la España de los años 60, se le pide 30 años de cárcel. Pero la Justicia franquista va más allá: se remontan a la España del 36 para acusarle de rebelión militar por apoyar a la República, de haber detenido a golpistas durante la guerra y haberlos asesinado. Grimau es condenado a morir fusilado.

En toda Europa hay protestas contra la condena de Grimau. Contra la pena de muerte que le ha aplicado dictadura. En la prensa española aparecen, pero contadas de otra manera. Con otros titulares: "Manifestaciones antiespañolas", "El comunismo desata otra nueva campaña antiespañola". Varios gobiernos, numerosas instituciones, relevantes intelectuales, decenas de personas por todo el mundo piden el indulto, pero no llega.

Nada conmueve a Franco. Su Gobierno, con Franco a la cabeza y Manuel Fraga en la cartera de Información, ignora las peticiones de clemencia y Julián Grimau es fusilado.