Intervención federal sin permiso
Cuando el presidente manda más que el gobernador: Trump cruza una línea histórica
El contexto Con el despliegue unilateral de 2.000 soldados en California, Trump rompe con décadas de protocolo federal y estatal, reavivando un conflicto que no se veía desde la intervención de Lyndon B. Johnson en 1965.

El presidente Donald Trump lo ha vuelto a hacer. El republicano ordenó el despliegue de 2.000 soldados de la Guardia Nacional en Los Ángeles para contener unas protestas que han ido subiendo de tono en los últimos días. El problema: no pidió permiso al gobernador Gavin Newsom, que ya ha anunciado que volverá a demandarlo por "abuso de poder" y "ocupación ilegal".
No es la primera vez que ambos se enfrentan. La relación entre Trump y Newsom es todo menos cordial. California fue el primer estado en demandar a Trump por sus aranceles en abril de este mismo año, y ahora el presidente ve al gobernador como una amenaza real de cara a las elecciones de 2028. Newsom suena fuerte entre los demócratas y Trump, que aún mueve fichas dentro del Partido Republicano, lo sabe bien.
Un precedente que huele a historia (y no precisamente buena)
Lo que hace especialmente grave este despliegue es que no ocurría algo así desde hace 60 años. En 1965, durante la lucha por los derechos civiles, el presidente Lyndon B. Johnson mandó tropas federales a Selma, Alabama, para proteger a manifestantes afroamericanos que exigían poder votar. Entonces, la Guardia Nacional fue enviada para proteger a la gente. Hoy, todo apunta a que Trump la usa para reprimirla.
En aquella época, el gobernador de Alabama, George Wallace, era conocido como "el racista más peligroso de América". Negaba el voto a los afroamericanos, reprimía protestas con violencia y sembraba el miedo. Aquello terminó con el famoso 'Domingo Sangriento', una carga policial brutal que dio la vuelta al mundo y obligó a Johnson a actuar. Esa decisión cambió la historia y provocó la aprobación de la Ley del Derecho al Voto.
¿Y ahora qué?
En este caso, la historia parece al revés. Mientras las manifestaciones se vuelven más intensas, Trump saca músculo y manda tropas, sin diálogo y sin autorización. Newsom ha sido claro: "No vamos a tolerar una intervención militar no autorizada en nuestro estado", y prepara una nueva demanda contra la administración federal.
Mientras tanto, el país entero mira hacia California con preocupación. ¿Está Trump repitiendo errores del pasado, pero con otros objetivos? ¿Puede un presidente seguir saltándose a los gobernadores cuando le conviene? ¿Qué pasa si en 2028 estos dos terminan compitiendo por la presidencia?
Lo que está claro es que la política estadounidense vuelve a jugar con fuego, y que el enfrentamiento entre Trump y Newsom ya no es solo político: es institucional, legal y, sobre todo, peligroso.