La troupe valenciana
Camps vuelve a la política y no está solo: así es su compañía de 'amigos' condenados por corrupción
Los detalles Camps vuelve a la política valenciana libre de cargos, pero acompañado de su "equipo de lujo" de condenados: Rus, Fabra, Blasco, Felip y Milagrosa Martínez. Entre viejos escándalos, él se presenta como el único capaz de devolver la mayoría absoluta al PP.

En la Comunitat Valenciana hay quien asegura tener la receta para invisibilizar a Vox. Ese es él, el Camps más ambicioso. El que dice que no es optimista, sino realista sobre la posibilidad de que el PP recupere la mayoría absoluta en la región. Este jueves ha presentado a su equipo de campaña para liderar también el PP valenciano, cuya renovación, según él, debería llegar como muy tarde en junio. Aunque aún habla con Pérez Llorca, lanza un mensaje claro: no tiene miedo a nada ni a nadie.
Levantamos el telón. En mayo, Camps presentó su proyecto político y, en primera fila, cuatro amigos que arrastran condenas por corrupción.
- Alfonso Rus, expresidente de la Diputación de Valencia, condenado, junto a Marcos Benavent, el "yonqui del dinero", a cinco años de prisión, 14 de inhabilitación y multa por malversación en una pieza separada del 'caso Taula'. Recordado por sus famosos audios con vacas de fondo: "7.000, 8.000… dos millones de pelas".
- Carlos Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón y siete veces agraciado con la lotería, condenado a cuatro años de cárcel por delitos fiscales.
- Josep Maria Felip, exdirector general de Cooperación en el Gobierno de Camps, condenado en el marco del 'caso Blasco'.
- Rafael Blasco, exconseller condenado por el desvío de fondos de ayudas al Tercer Mundo.
Y entre las mujeres, también hay peso pesado:
- Milagrosa Martínez, expresidenta de las Corts y exconsellera de Turismo, condenada a nueve años por favorecer a la rama valenciana de Gürtel en Fitur y por aceptar un reloj de 2.400 euros.
No todos eligieron la cárcel: Ricardo Costa, que formó parte de la compañía, cambió la política por la fiscalía y, gracias a su colaboración, evitó entrar en prisión pese a una condena de cuatro años.
Camps ha intentado construir su imagen como líder único e indispensable: "No veo a ningún compañero con mi bagaje", dice hoy, recordando frases históricas de su etapa anterior: "Nunca pido tiques… ni en los taxis ni en los restaurantes" o "Claro, yo me pago mis trajes". También rescató mensajes más íntimos, como aquel del 24 de diciembre de 2008: "Te quiero un huevo… quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro".
Se dice que las segundas partes nunca fueron buenas. En este caso, la primera tampoco. Absuelto de todo, Camps regresa al escenario político mientras muchos de los que le rodeaban no corrieron la misma suerte. Entre teatro y política, su retorno se presenta como una función llena de reminiscencias, escándalos y ego, con un mensaje de unidad que solo él parece poder encarnar: "Soy yo el único".
Y, para cerrar la escena: "No soy optimista, soy realista", repite. Porque, según él, el PP valenciano y su modelo de futuro dependen solo de su regreso.
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