Viven rodeados de comodidades en un chalet de 200 metros cuadrados con piscina y jardín. Está a nombre de la tercera esposa del prestamista, quien pide un préstamo para comprarla de 450.000 euros. Pero no a su marido, la mujer del rey del dinero rápido recurre a un banco.

Tienen servicio a su disposición, pero es la mujer del prestamista quien lleva a los hijos al colegio en un buen coche. La vida ideal de los Arroyo contrasta con el infierno que viven sus clientes desde el momento que firman la extraña escritura en la notaría.

La desesperación de sus clientes no parece preocupar al prestamista, quien sabe que, en cuanto pase el plazo de devolución, los intereses se disparan, la deuda se multiplica y es imposible pagarla. Arroyo se queda con las casas que los clientes habían puesto como aval, y el prestamista se convierte en un magnate inmobiliario. Conseguimos su listado de propiedades o derechos. Es interminable. Si pusiéramos sus bienes sobre un mapa, veríamos que el prestamista tiene más de 1.000 derechos en 33 de las 50 provincias españolas.

Los clientes del prestamista nos abren las puertas de sus casas, que han perdido o están a punto de perder. Arroyo venderá algunas, que terminarán subastadas o en manos de inversores.

Javier tenía 47 años y un hijo. Sólo quería pagar su retroexcavadora. Sus amigos se han quedado solos. Se conocieron como estafados por el prestamista, pero jamás imaginaron que su amigo tiraría la toalla, que Arroyo podría con él. Los responsables de su desgracia parecen vivir al margen de tanto sufrimiento. Llega el momento de pedirles respuesta.