Un gran empresario del sector funerario denunció el chantaje de un empleado jubilado que le amenazaba con hacer públicas unas comprometedoras fotografías. La Policía registró la vivienda del trabajador, donde encontró 26 libretas y archivadores con partes de defunción y esquelas. Según el abogado José Fernández, este empleado llevó "un detallado diario sobre las incineraciones" y "tomando fotografías de los cadáveres" durante años, desde 1995 y hasta que se retiró en 2015.

El extrabajador verificó que todos los datos escritos en las libretas por su puño y letra eran verdad y explicó el código que usaba: una 'C' con un 'sí' significaba que se había cambiado el ataúd original por una caja de pino o una tapa para la incineración. La Policía también encontró 207 fotografías, 44 vídeos y 13 carretes sin revelar: un álbum con centenares de cadáveres listos para incinerar.

"Aquel trabajador lo que quería reflejar era si la caja se había cambiado, qué día, quiénes habían participado con él en ese cambio de féretro", explica el letrado, que señala que el empleado utilizaba la anotación "caja robada" para explicar que se le había dado "un segundo o un tercer uso al mismo féretro".

"Una vez que se cerraban las cortinas, no se quemaba el féretro, se volvía a sacar y es ahí cuando depositaban el cadáver sobre una tapa. Ese féretro volvía de nuevo a ponerse a la venta para otras personas que contrataban los servicios funerarios del grupo", resume. Puedes conocer el caso en el vídeo que ilustra estas líneas.