Desde hace cuatro meses, en Toro, un municipio de Zamora, no tienen agua potable en sus casas porque la sobreexplotación del acuífero ha disparado los niveles de arsénico. Desde entonces, una de las imágenes más habituales en la localidad es la del trasiego constante de gente hacia las plantas potabilizadoras para llenar las garrafas con agua apta para su consumo.

Una de las vecinas explica que en el primer momento que se supo que el agua no era potable, "todo el mundo se fue a los supermercados a comprar agua embotellada y se agotó en cuestión de horas". En su opinión, la culpa es "del cambio climático y de que no estamos haciendo nada". Por su parte, David, dueño de un restaurante y un hotel en Toro, explica que este problema le ha afectado económicamente y que la mayoría de los turistas que llegan se llevan una sorpresa al descubrir que en el pueblo no hay agua potable.

Inma explica a María Avizanda que recorre 33 kilómetrospara coger agua en la fuente de su pueblo, en Valladolid: "Es muy buena para el riñón", afirma esta vecina de Toro, mientras que su amiga reconoce que son conscientes de que no se puede abusar del consumo de agua y que, en el futuro, "si no hay agua, nos bañaremos en vino".