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Mikel Herrán explica la humillación de Canossa que terminó con Enrique IV haciendo penitencia en pleno diciembre
El historiador indica que en el siglo XI, en Europa, había dos poderes enfrentados: el papa y el emperador. Su lucha de poder terminó provocando que el monarca intentara excomulgar al papa Gregorio VII.

El historiador Mikel Herrán, conocido como PutoMikel, charlaba con el Gran Wyoming sobre momento de la historia en los que la diplomacia brilló por su ausencia. "Parecía un beef entre influencers", añadía Mikel, "o una pelea de egos".
Ponía entonces como ejemplo a Bismarck, que proclamó el imperio alemán en Versalles para humillar a los franceses. "Años después, cuando los franceses estuvieron en el bando ganador de la Iª Guerra Mundial, obligaron a los alemanes a firmar la paz en el mismo salón del palacio de Versalles", añadía.
Mikel consideraba que la humillación política "más extrema" fue la de Canossa. Esta tuvo lugar en la Europa del siglo XI y, en aquel momento, había dos poderes enfrentados: el papa y el emperador. "El papa Gregorio VII pretendía reformar la iglesia y uno de los puntos más importantes era decidir quién tenía la autoridad para nombrar obispos y eclesiásticos", detallaba el historiador, algo que podían hacer reyes y emperadores.
A cambio de su apoyo, el rey daba a los obispos y eclesiásticos diversas prebendas. "Esto para el papa era simonía, es decir, la compra de favores espirituales a cambio de favores materiales", indica Herrán. Cada vez que el rey Enrique IV quería nombrar a un cargo el papa protestaba.
Enrique decidió nombrar a uno de sus capellanes arzobispo de Milán y esto provocó que el papa amenazara al rey con excomulgarle. Enrique IV declaró que el papa no era válido y esto hizo que el pontífice terminara excomulgando al monarca.
El rey respondió afirmando que solo Dios podía juzgar a un rey y reunió a los obispos para excomulgar al papa. "Tras este órdago, un rayo cayó en la catedral de Utrecht ocasionando un incendio", contaba Mikel. Al mes siguiente, el obispo de Utrecht, el único dispuesto a excomulgar al papa, murió de forma repentina.
Esto empujó a la gente a apoyar a Gregorio VII y los nobles se empezaron a rebelar contra el rey y le dieron un ultimátum: o aceptaba las condiciones del sumo pontífice o buscaban otro rey. Enrique IV caminó desde Alemania hasta el norte de Italia, vestido tan solo con un hábito de monje, en diciembre.
"El papa seguía con ganas de humillarle y le cerró la puerta en las narices", cuenta PutoMikel. El monarca estuvo tres días y tres noches frente a la puerta del castillo de rodillas en la nieve sin comer. Finalmente, la dueña del castillo, Matilde de Toscana, la que convenció al sumo pontífice del arrepentimiento del rey.
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