Olivier Norek

Traducción: Elia Maqueda

Editorial: Istoría

Año de publicación original: 2024

En mitad de un bosque de altos y fuertes abetos, sobre una blanca manta de nieve que todo lo cubre, a veinte grados bajo cero, acecha la Muerte Blanca. No es posible verla, no tiene sombra ni se mueve; solo se percibe la bala que te atraviesa el pecho cuando ya es demasiado tarde.

Ese fue el verdadero terror de los soldados soviéticos que combatieron en la llamada Guerra de Invierno, la que enfrentó, a finales de 1939, al mayor ejército del mundo —comandado desde Moscú por Stalin— con las tropas de un pequeño país, mal formado, peor armado y repleto de ganaderos y campesinos en sus filas: Finlandia.

La Muerte Blanca fue el verdadero terror de los soldados soviéticos que combatieron en la llamada Guerra de Invierno, en 1939

Pero en la guerra hay factores que pueden ser tan importantes como el número de soldados o la cantidad de munición disponible. Por ejemplo, el conocimiento del terreno. O la pasión por unos ideales que defender: la unidad de una patria joven y la indefensión ante una superpotencia. O el ser subestimado por el adversario. Y todo eso jugaba a favor de los finlandeses.

Expertos esquiadores —pues esa era su forma habitual de desplazarse durante el invierno—, las tropas finlandesas se plantaron ante la agresión del todopoderoso ejército soviético para defender una patria que había nacido tan solo 22 años antes, mucho mejor preparadas que sus adversarios. Los rusos, por el contrario, aparecieron en medio del blanco paisaje con uniformes oscuros y tanques verde oliva, vestidos con ropas de verano y calzados con zapatos inservibles en la nieve.

Simo Häyhä, el héroe invisible

Pero, además, los finlandeses contaban en sus filas con un personaje increíble: un pequeño campesino que había sido instruido por su padre en el arte de la caza, que sabía cómo ocultarse y cómo atrapar a sus presas con precisión y rapidez. Simo Häyhä descubrió que abatir rusos era un trabajo muy parecido a cazar animales en el bosque. Porque aquellos hombres a los que les quitaba la vida no eran más que depredadores que trataban de atacar a su familia, a sus vecinos y a sus animales.

Simo tenía una capacidad innata para medir distancias, acompasar su respiración y acertar siempre en el blanco

Simo aprendió a pasar horas tumbado e inmóvil sobre la nieve. Vestido completamente de blanco, embadurnaba su rifle con ceniza para evitar que los reflejos del sol delataran su posición. Comía bolas de nieve para no emitir vaho durante las gélidas horas de espera. Y tenía una capacidad innata, mejorada con años de práctica, para medir distancias, acompasar su respiración y acertar siempre en el blanco.

Cuando la guerra terminó, apenas 100 días después, a principios de marzo de 1940, él solo había acabado con la vida de más de 500 soldados soviéticos. Su precisión fue tan letal que despertó el terror entre las tropas enemigas, que comenzaron a llamarlo la Muerte Blanca.

Una novela apasionante

La historia de Simo Häyhä y de los amigos de la infancia que lo acompañaron a la guerra, así como la de los líderes militares finlandeses que dirigieron al ejército del país en esta contienda, se cuenta en la apasionante novela, Los guerreros del invierno. Un libro que, bajo su capa de aparente ficción, esconde una realidad mucho más cruda.

Como advierte su autor, el expolicía francés Olivier Norek, en una nota al comienzo del libro: "Ningún hecho armado ha sido inventado, ni tampoco ninguna anécdota. Ningún acto heroico ha sido exagerado." El resultado es una lectura terriblemente amena, por la que el lector se desliza, a veces con la velocidad de una novela de aventuras, a veces con la pasión de un libro de historia.

En 'Los guerreros del invierno', "ningún hecho armado ha sido inventado y ningún acto heroico ha sido exagerado"

Los guerreros del invierno se ha convertido en todo un éxito en Francia, donde no solo ha superado los 300.000 ejemplares vendidos, sino que, además, ha sido seleccionada para el premio literario más prestigioso del país, el Goncourt, y ha ganado otros galardones de gran relevancia, como el Renaudot des Lycéens o el Saint-Exupéry.

Porque lo que ocurrió aquel invierno en Finlandia fue increíble y brutal: una historia de resistencia y valor de un pueblo diminuto, decidido a enfrentarse a un descomunal rival: la Unión Soviética. Todo un gigante que estaba convencido de que, en poco más de una semana, sometería a aquel pueblo orgulloso y rural.

No fue así. Y aunque las fuerzas, terriblemente desequilibradas, terminaron por inclinar la balanza en contra de los intereses finlandeses, la Guerra de Invierno dejó mermadas la moral y la confianza del ejército soviético, y convirtió al ejército finlandés en general —y a Simo Häyhä en particular— en un mito bélico inolvidable.

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