Iñaki Zubizarreta, exjugador de baloncesto, sufrió bullying cuando era pequeño. Ahora se dedica a dar charlas en colegios para concienciar a los más pequeños sobre la importancia de avisar cuando estén sufriendo acoso escolar o de romper el silencio cuando vean que es un compañero el que lo sufre. Andrea Ropero le acompañó en una de sus sesiones.

Su método para sensibilizares no es otro que el de contarles su propia historia. "Yo tenía 11 años y había un grupo de chavales que me perseguían por el colegio, me escupían, me tiraban los libros, me insultaban, 'a ver si te suicidas'...", relata el exdeportista.

"Un día me pillaron. Eran muchos y me dieron una paliza. Me reventaron la cabeza y la cara a patadas. Me desperté dos días después en la UVI, Había estado en coma y la cara estaba tan desfigurada que no se me reconocía", continuaba explicando ante las miradas impactantes de los niños.

El acoso no acabó ahí: "Otro día, me llevaron al baño y me metieron la cabeza dentro de la taza del váter. Hasta que no me entró la mierda por la boca no pararon". Después, le pegaron una patada en las costillas y le dejaron tirado en el suelo.

Fue en ese momento, explica, en el que decidió ir al acantilado de la Galea, en Vizcaya. "Me despedí de mis padres, de mi hermano". Allí pensó en tirarse, pero recapacitó: "Me prometí a mí mismo que jamás dejaría que me humillasen o me lo hiciesen pasar mal". También decidió que no iba a permitir que alguien lo pasase mal si él lo veía.

Además de contar su historia, Zubizarreta explicaba a los pequeños que había estado mucho tiempo "anclado en el rencor, en la venganza, en la rabia". Así, resaltaba la importancia de denunciar cuando vean o sufran acoso.

A la salida del centro, el deportista explicaba que estas sesiones son una "carga de energía espectacular". "Les das herramientas como la empatía, el respeto o la inteligencia emocional, y ellos reciben el mensaje".

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