Hablan Rafa Borrego y Néstor Prieto

El "constante maltrato" de Israel a los miembros de la Flotilla: "Éramos infraseres a los que humillaban y disfrutaban haciéndolo"

Los detalles Agresiones físicas, insultos, vejaciones y privación del sueño. El activista Rafael Borrego y el periodista Néstor Prieto relatan el calvario al que fueron sometidos durante su cautiverio en Israel tras la intercepción de la Flotilla.

"Éramos infraseres a los que humillaban y disfrutaban haciéndolo"
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Rafa Borrego es uno de los activistas españoles que fueron detenidos por Israel tras interceptar la Flotilla que se dirigía a Gaza con ayuda humanitaria. Describe un "constante maltrato físico y psicológico" durante el tiempo que permanecieron retenidos, en el que fueron golpeados, arrastrados por el suelo y les mantuvieron "atados de pies y manos" con las manos a la espalda "durante horas y horas".

"Que te arrastren, que te saquen de tu celda, que te vuelvan a llevar a otra, que te mantengan a la intemperie, que te insulten, que se rían de ti...", relata. A ello se suma la "privación del sueño" a la que, denuncia, les sometieron: "Estamos hablando de que te entre una unidad de cinco personas armadas hasta los dientes, gritando, en mitad de la noche varias veces y que te arrastren". "En uno de los casos me tiraron al suelo", recuerda.

Entraron, detalla, "con un pastor alemán enorme" y les forzaron a ponerse contra la pared. "Lo hacían ni siquiera para llevarse a nadie, solamente para despertarnos e irse", denuncia.

Cuenta además que les entregaron una especie de 'uniforme' para humillarles, un chándal y una camiseta. El periodista Néstor Prieto, que también iba a bordo de la Flotilla y fue asimismo retenido, explica que les confiscaron todas sus cosas y ni siquiera les dejaron cambiarse cuando iban a ser deportados: "Israel se encargó de que llegásemos al avión sin posibilidad de cambiarnos como una especie de gesto de humillación", señala.

Rafa, por su parte describe así las celdas en las que les tuvieron encerrados: espacios de unos 10 metros por cuatro en las que, aunque había ocho camas, se hacinaban el doble de personas: "En la mía éramos unas 15", detalla. "No podíamos andar en línea recta de una pared a otra pared", detalla por su parte Prieto. De lo contrario, explica, pisarían a sus compañeros.

Tampoco les permitían salir a los patios ni podían pedir ayuda los carceleros: "Se reían de ti... Era más peligroso llamar a alguien o intentarlo porque tenías que hacerlo a gritos y si gritabas llegaban con la unidad y te mandaban a la jaula", narra Borrego. "Nos trataban como si fuéramos infrahumanos. Éramos infraseres a los estaban humillando y disfrutaban haciéndolo", resume.

Ambos cuentan también que solo tuvieron acceso a agua del grifo, que no era potable y mientras los soldados tenían sus botellas y "se reían". La comida, cuentan, estaba "caducada" y era "insuficiente", aunque algunos, como Borrego, hicieron huelga de hambre. En el módulo de mujeres, apunta por su parte el periodista, no les permitieron sacar la basura, por lo que proliferaban cucarachas, hormigas.

También en su módulo, cuenta Prieto, sufrían "condiciones de absoluta insalubridad", entre cucarachas y olor a podredumbre, con "un único baño para todos los reos" y sin las condiciones higiénicas más básicas: ni ducha ni papel higiénico siquiera.

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