No es para nada habitual caminar por nuestros bosques ya a principios de febrero y encontrarnos con la procesionaria, pero las altas temperaturas han hecho que este año aparezca antes de primavera. Se trata de una especie nocturna que "durante la fase de larva se dedica a comer las hojas de los pinos", según explica Jorge Lobo, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Antes las veíamos en primavera, en el mes de mayo, pero ahora las imágenes de enormes cantidades de este insecto demuestran que la anormalidad climática varía su comportamiento: "Lo que ocurre es que, como los inviernos son mucho más suaves, y este año particularmente, las bolsas de los nidos de las larvas, que son las que hacen en los pinares, emergen muchísimo antes", detalla Lobo.

Pequeñas, delgadas y de un característico color marrón, podemos verlas avanzando una detrás de otra, formando largas hileras. Una 'procesión' que conocen muy bien los dueños de perros, que se acercan a olerlas y pueden sufrir problemas, pues los pelos que las recubren son altamente tóxicos para ellas. Pero, ¿y si es una persona quien las toca? "Hay gente que le afecta mucho y hay gente a la que le afecta muchísimo menos", señala Lobo, que advierte de que "en términos generales hay que tener bastante cuidado".

Las trampas para capturarlas antes de que bajen de los pinos son la manera más efectiva de controlarlas, pero no se suelen colocar tan pronto y de ahí la preocupación por haberlas visto ya en febrero.