Dos años en España

Llegó solo desde Guinea, empezó de cero y era feliz en Madrid: la historia de Alfa, el joven que murió en el derrumbe de la calle Hileras

Los detalles El joven guineano murió este lunes tras la caída parcial de los forjados de un edificio del centro de Madrid. Sus amigos no pueden asumir el coste del entierro ni el viaje de vuelta y buscan ayuda par que su familia puedan despedirse de él.

Llegó solo desde Guinea, empezó de cero y era feliz en Madrid: la historia de Alfa, el joven que murió en el derrumbe de la calle Hileras
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Alfa había conseguido lo más difícil: abrirse camino lejos de todo lo que conocía. Llegó a España hace dos años, solo, desde Guinea Conakri. En estos dos años había logrado lo que parecía imposible: un trabajo, una red de amigos y la sensación —tan frágil y tan valiosa— de estar empezando a pertenecer.

En sus redes sociales se mostraba alegre, bailando, bromeando, feliz. "Era muy feliz", repiten sus amigos. Lo era. Hasta que el pasado lunes todo se derrumbó, literalmente. El edificio de la calle Hileras 4, en el centro de Madrid, se vino abajo. Alfa estaba dentro. Fue una de las cuatro víctimas mortales.

"Soy un amigo de Alfa. Está muerto aquí"

A la puerta del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, Moussa Barry llama al timbre con las manos temblorosas. "Somos dos amigos de Alfa. Está muerto aquí."

Dentro, intenta ver por primera vez el cuerpo de su amigo. No lo consigue. "Dicen que no podemos ver el cuerpo ahora", explica, con la voz baja.

Moussa y Alfa se conocieron en el centro de refugiados de Getafe. Allí convivían decenas de jóvenes llegados de África, Asia o América Latina, todos con la misma mezcla de miedo y esperanza. "Nosotros somos migrantes, vivimos juntos, nos conocimos aquí, tenemos una buena relación", cuenta Moussa.

Desde entonces fueron inseparables. Compartieron casa, comidas, risas. Y también el sueño de salir adelante.

"Era feliz. De verdad"

Cuando hablan de Alfa, los amigos sonríen. No porque duela menos, sino porque recordarlo serio sería traicionarlo. Era el primero en poner música, el que improvisaba bailes para animar a los demás. Subía vídeos a TikTok, contaba chistes, se hacía fotos en la Puerta del Sol o en el Retiro. Le gustaba Madrid. Le gustaba la vida.

Había empezado a trabajar y enviaba lo que podía a su familia, a más de 5.000 kilómetros, en Guinea Conakri. Su madre y sus hermanos no tienen medios para viajar ni para repatriar el cuerpo. Y eso es ahora lo que más les duele a sus amigos: no poder cumplir ese último gesto. "Nosotros estamos aquí para que la familia de Alfa en África sepa que está muerto", dice Moussa.

Un vacío y una cuenta pendiente

El Estado no cubre los gastos de repatriación ni el entierro. Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) confirman que ya han contactado con la constructora del edificio para ver si el seguro de accidentes puede hacerse cargo. "Algunas empresas en estas circunstancias son sensibles e intentamos que exista una rebaja, pero puede suponer más de 5.000 euros", explican.

5.000 euros. Una cifra que para muchos aquí puede parecer pequeña, pero que para ellos es una montaña imposible de escalar. Mientras esperan una respuesta, los amigos de Alfa siguen moviéndose: preguntan, buscan ayuda, llaman a medios, a asociaciones, a cualquiera que pueda escucharles.

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