Trabajar en un planeta cada vez más caliente ya tiene consecuencias. "El récord que hemos tenido en Lleida en junio ha sido de 43 grados", cuenta Pere Roqué, agricultor y presidente de ASAJA LLeida.

Con largas jornadas de trabajo al exterior, los agricultores son quienes más lo sufren. "Asumimos que es normal pasar calor en verano y sudar un poco, pero hay condiciones que no son normales y que pueden tener efectos muy nocivos para la salud, incluso llevar a fallecimientos", explica Judith Carreras, consejera de OIT en España.

Lo más inmediato es la deshidratación, mareos o vómitos, aunque también problemas de fertilidad, sobre todo en hombres, o enfermedades cardiovasculares. Dolencias relacionadas con el calor, que según la Organización Internacional del Trabajo, nos hacen menos productivos.

"Empezamos una hora y media antes de lo que empezábamos antes", dice Roqué. "Lo que hacemos en nuestra casa es empezar a las seis y media y hacemos ocho horas hasta las dos y media; paramos a media mañana", concluye.

De aquí a 2030 podrían perderse el equivalente a lo que generarían 80 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, muchos de ellos en la construcción.

"En los últimos diez años hace mucho más calor y vamos a casa más cansados, venimos por las mañanas con menos ganas de trabajar porque no se descansa por la noche", argumenta Ioan Rauca, gerente de una empresa de construcción.

Los expertos aseguran: adaptarse al cambio climático no es responsabilidad del empleado, sino de la Administración y de las empresas.

Carreras defiende que "hay que tener protocolos claros de actuación en situaciones determinadas para que el trabajador pueda identificar cuándo se encuentra en esas situaciones, pero que también que haya medidas claras de los pasos a seguir".

Un problema de salud pública, dicen, que ha llegado para quedarse.