Hablar de Donald Trump es hablar de polémica. El actual presidente de Estados Unidos, que se enfrenta el próximo 3 de noviembre a su mayor examen desde que asumió el cargo, es bien conocido por sus declaraciones fuera de tono, su escepticismo ante el coronavirus —a pesar de haberlo vivido en sus propias carnes— y su volatilidad a la hora de condenar el racismo.

Donald Trump es fan de Twitter, aunque Twitter no es fan de Donald Trump. El pasado mes de mayo penalizó uno de sus tuits por "glorificar la violencia" —en él, se podía leer una advertencia del mandatario contra las protestas en defensa de George Floyd: "Cuando empiezan los saqueos, comienzan los tiros", escribía—.

Ese mismo mes, la red social añadió una etiqueta de verificación a dos tuits del presidente; esta vez, por otra polémica: Trump había escrito en su perfil que el voto por correo era un fraude. Ante esto, la plataforma estableció un aviso a los usuarios, donde podían consultar información contrastada sobre este proceso electoral, y argumentaba: "Creemos que esos tuits podrían confundir a los votantes sobre lo que deben hacer para recibir una papeleta y participar en el proceso electoral".

No es casualidad que la red social haya tenido algunas disputas con el presidente. Precisamente, desde las pasadas elecciones de Estados Unidos de 2016, el problema de la desinformación ha cobrado más importancia que nunca. Y Donald Trump, en buena parte, es uno de sus mayores exponentes.

‘Posverdad’, machismo y xenofobia, intrínsecos en Trump

Del coronavirus a la violencia racial, Donald Trump es uno de los grandes estandartes de la posverdad (el famoso término que en 2016 se convirtió en palabra del año para el Diccionario de Oxford). Técnicamente, la posverdad es, según la entidad académica, "aquello relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales".

Los discursos políticos del líder estadounidense, aun en la era de la COVID-19, siguen apelando más a lo personal que a lo contrastado. También encierran algunas trampas: en uno de sus últimos mítines, el pasado 20 de octubre, pidió a sus seguidores votar dos veces, mientras que instaba a los supremacistas blancos a vigilar los colegios electorales.

Donald Trump en un mitin

Trump también es machista. Lo dicen artículos de la CNN, el New York Times y hasta un estudio publicado en la revista científica ‘Journal of Education and Practice’. Los apelativos empleados por el presidente de Estados Unidos, sean en el pasado o en la actualidad, han escandalizado en multitud de ocasiones a la opinión pública. Basta con recordar las declaraciones recogidas en 2017 por el Washington Post, que hacen alusión a un vídeo del año 2005: "Cuando eres una estrella, te permiten hacer lo que quieras. Puedes hacer lo que quieras. Agarrarlas por el coño... Puedes hacer cualquier cosa", expresaba el político.

En 2018 su ataque a una víctima de violencia machista provocó un enfrentamiento con una senadora de su propio partido. En la campaña por las elecciones legislativas, celebradas ese año, defendió a Brett Kavanaugh para el Tribunal Supremo pese a que estaba acusado de abuso sexual; el presidente incluso puso en duda la declaración de Christine Ford, a quien ridiculizaba tras su acusación. La respuesta de la republicana Susan Collins fue contundente: "Las declaraciones del presidente están mal. Yo hubiera preferido que no dijera nada", aseguraba.

Por otra parte, si hay otro punto que ha generado recelo hacia esta figura, es su pensamiento sobre los inmigrantes. En 2019 presentó una normativa para expulsar del país a migrantes legales, a los que definió como una "carga pública". El coronavirus también ha servido como arma arrojadiza contra ciertas nacionalidades, especialmente la mexicana: sin ir más lejos, en abril suspendió las leyes migratorias y deportó a México a todos los solicitantes de asilo. Todo ello sin olvidar su promesa de 2016 de construir un muro para retener a los que cruzan la frontera y la insinuación de disparar en las piernas a estas mismas personas.

Faltan menos de dos semanas para que Estados Unidos decida si reelige al candidato republicano para el ejecutivo. Los sondeos dan como favorito a Joe Biden, pero Donald Trump ya estuvo en una situación parecida hace cuatro años y logró hacerse con la victoria. En la madrugada del 23 de octubre ambos contendientes han efectuado su último debate electoral. Con respecto a este último tema, el de la inmigración, así como el de la violencia racial, el presidente se ha defendido con un mensaje llamativo: "Soy la persona menos racista de esta sala".

El ‘showman’ que se hizo con la presidencia

Trump nació en el seno de una familia acostumbrada a manejar grandes cantidades de dinero, según apunta el portal Biography. En 1971 se hizo con las riendas de la compañía de su padre, a la que rebautizó como The Trump Organization. El actual presidente de Estados Unidos llegó al sector del ladrillo como un huracán: al mando de una empresa de construcción, sus obras destacaron por su grandilocuencia.

El negocio de su empresa estaba en los hoteles. En 1983 transformó el deteriorado Commodore Hotel en su edificio más conocido: la Torre Trump. Más tarde, como recuerda la BBC, le siguieron otras propiedades, como Trump Place, Trump World Tower, Trump International Hotel and Tower, etcétera. Es más, a día de hoy, su nombre bautiza a otras tantas construcciones en lugares como Mumbai, Estambul o Filipinas.

La fama de empresario de éxito que cosechó Trump durante años ha quedado en entredicho en los últimos tiempos. En 2019 una investigación publicada por el New York Times desveló que el candidato republicano perdió 1.170 millones de dólares entre 1985 y 1994. Es decir, se pasó casi una década en números rojos.

Ahora bien, Trump tiene otra faceta que se aleja estratosféricamente de la política, pero que todavía guarda alguna relación con sus negocios: es un habitual en el mundo del entretenimiento estadounidense. Ha aparecido en películas, series y programas, hasta el punto de ser el dueño del Hotel Plaza 2 de Nueva York en la película ‘Solo en casa 2’ (1992) o figurar como cameo en la película ‘Zoolander’ (2001).

También, por inverosímil que parezca, el hasta el momento presidente ha estado encima de un cuadrilátero de lucha libre. Hay imágenes que todavía lo muestran: en 2007 el magnate placó a Vince McMahon, presidente ejecutivo de la WWE (el mayor programa de lucha libre ficticia de Estados Unidos) ante un público de miles de personas. Un último ejemplo de que se trata, probablemente, del presidente de EE.UU. más singular de las últimas décadas.