Corría el año 1914 y la llegada de la electricidad a los hogares españoles arrasó con las fábricas de velas. Los candelabros ya no eran necesarios, así que tocaba reinventarse. Una empresa vasca de velas decidió reciclar su maquinaria para usar jabones y así nació el jabón Lagarto. 

En los años 90, la empresa Euroquímica que fabricaba lejía compró el negocio que pasó a tener dos fábricas: una en Zaragoza y otra en Illescas. El momento más duro se vivió en 2004 cuando murió el fundador de jabones Lagarto, Francisco Moreno. La gestión posterior provocó el endeudamiento de la empresa.

Unas deudas que se agravaron con la pandemia, más aún con la crisis energética que hizo que escalaran los precios y la gota que colmó el vaso fue la crisis de suministros con la guerra de Ucrania. Para poder salvar la compañía necesitaron ayuda financiera. El fondo luxemburgués Tertius absorbió la deuda de la compañía y pasó a ser el socio mayoritario. La familia Moreno sigue conservando una participación minoritaria.

En estos 110 años las fábricas han cambiado mucho, como nos cuenta Miguela Moreno. Cuando ella entró a trabajar tenía solo 15 años y hacían todo manualmente. "Envasaban a mano, taponaban a mano e incluso cargaban los camiones con sus propias manos".

En todos esos años se le han sacado todo tipo de usos al jabón Lagarto. Aparte de servir para lavar la ropa, o los platos son muchos los que lo usan para el cuerpo. Aseguran que es bueno para enfermedades como la psoriasis. También los usan para las plantas disuelto en agua como insecticida y para las heridas.

Desde 1914, la empresa Euroquímica se ha diversificado mucho. Ahora fabrica también productos de limpieza como lejías, detergentes, pastillas para el lavavajillas o escamas para lavar la ropa a mano. Su producto estrella es su última incorporación, una pasta de jabón que aseguran que es lo mejor para quitar las manchas de la ropa.

Ese jabón de nuestra abuela de toda la vida se ha acabado convirtiendo también en el jabón de los nietos.