Qué cerca estuvo. Cuán cerca se quedó Fernando Alonso de obrar el milagro. De hacer posible lo a priori imposible. De convertir el peor fin de semana de Aston Martin en uno en el que podrían incluso hasta poder celebrar algo. Poder celebrar puntos. Poder celebrar algo que pensaban que no se podría lograr en Estados Unidos. Algo que desde los Libres 1 parecía inviable. Algo que parecía una quimera tanto en viernes como sábado. Pero qué cerca estuvo...

Porque parecía imposible. Parecía una misión que no podía realizarse. Que no iba a llegar a buen puerto. Parecía que, en Austin, Fernando Alonso y Aston Martin iban a irse de vacío. Iban a irse con un cero. Que iban a dejar Estados Unidos con un buen rosco y con una 'X'. Señalados. Señalados tras los Libres 1. Tras la clasificación. Tras el sprint. Pero no. Nada más lejos. Porque para el bicampeón, imposible es simplemente una palabra.

Una que no significa lo que para el resto de los mortales. Que mientras que para muchos es 'no se puede' para él es 'va a ser complicado. Sí, como en la película. Como en la mítica franquicia de Tom Cruise. Y como él, como el actor, Alonso convirtió en posible algo que para otros es una odisea.

Y saliendo desde el 'pit lane'

Las noticias no eran ni mucho menos halagüeñas. No lo fueron desde que se vio cómo salía fuego desde el neumático izquierdo por un problema de frenos. No lo fueron porque sucedió en los Libres 1. En la única opción de probar las mejoras del AMR23. Siguieron sin serlo cuando Alonso cayó en Q1. Y tras el 'sprint' menos todavía.

Pero peor fue cuando se supo que iba a salir desde el 'pit lane'. Que iba a aparecer por la pista el penúltimo tras romper Aston Martin el 'parc fermé'. Hicieron cambios. Volvieron hacia atrás. Y como sucedió no hace mucho Alonso exhibió el ritmo que gusta. El ritmo que apasiona. El ritmo que ha vuelto a poner la F1 en España como en esos años de Renault. De McLaren. De Ferrari.

Por la 33. Pero la 33 ya está lejos. Está tan lejos que habrá que esperar a 2024. Él, sin embargo, sigue luchando. Sigue como en sus primeros días. Como un 'rookie', con 42 años y en su temporada 20 de Fórmula 1. Así, con garra. Con pasión. Con ese empuje de los que hacen afición y le convierten en más protagonista incluso que el ganador de la carrera.

Fue Verstappen. Cómo no. Mientras el neerlandés avanzadaba desde la sexta a la primera plaza, Alonso hacía lo propio desde la 19º. Dos se borraron sin necesidad de presionarles. Ocon y Piastri, K.O. Un toque, entre los dos, terminó con su carrera. Primero con la de Esteban; luego, con la de Oscar. Pero había muchos más por delante.

Un ritmo, por fin, fuerte

Porque, directamente, estaban todos menos Stroll una vez comenzó la prueba. Los Williams, rápidos en recta como pocos. Los Haas, con un Magnussen tremendamente correoso. Los Alfa Romeo. Los AlphaTauri... Todos sucumbieron ante Alonso.

Ante el ritmo de Fernando. Uno que le hizo estar incluso en tiempos de cabeza de carrera. Con los mejores. Con los que peleaban por la victoria. Él, sin presión. Con una prueba en plan test. Con él, con cosas antiguas; con Stroll, con las mejoras. Probando cosas. Haciendo lo que no pudo hacerse en los Libres. Y lo cierto es que Lance... puntuó.

Y se acabó el milagro

Llevaba desde julio sin saber lo que era. Acabó noveno. Pero fue así porque el milagro se quedó en nada cuando apenas quedaban diez vueltas. Cuando Alonso estaba en lucha por la octava plaza, por esa posición que tenía Gasly, el coche dijo adiós. El AMR23 dijo 'basta'. "Problemas en la suspensión trasera", afirmó Fernando por radio.

Sí, algo pasaba. Algo sucedía cuando, de repente, cayó de 3 a 5 segundos con Gasly. Cuando Stroll terminó por adelantarle. Cuando Tsunoda le arrebató la plaza de puntos. "No vemos nada", dijeron en Aston Martin... pero pronto rectificaron.

Stroll, la prueba de que sí se podía

Problemas en el suelo, y al garaje. Al box. Al box con sabor sin duda agridulce. Agrio, por el abandono; dulce, porque el coche parecía tener ritmo. Porque el Aston Martin luchó. Porque estuvo envuelto en refriegas de las que salió vencedor. Porque Stroll, Lance Stroll, demostró que sí. Que incluso en el peor fin de semana, que incluso saliendo desde el pit lane, se podía llegar a los puntos.

Así pues, final en Estados Unidos para decir adiós a Texas y empezar a pensar en México. Para empezar a pensar en el Hermanos Rodríguez. Y no falta mucho. No falta mucho para que Alonso pueda quitarse el sabor amargo para volver a endulzar su casillero de puntos en el Mundial de Fórmula 1. En Austin se ha quedado cerca... muy cerca.