No se agobien mucho si les digo que han pasado 25 años desde 'La raja de tu falda' . Sí, aquella canción pegadiza que con la que todo el mundo flipaba y que cerraba por todo lo alto esas fiestas a las que íbamos 'arreglados' con zapatillas anchas de skate y Levi's 501. Fue el gran temazo de 1998, año en que David y José Muñoz, Estopa, irrumpían en la música española homenajeando a Camarón o a Los Chicos. Y lo petaron: vendieron dos millones de discos y sus canciones sonaban en todas partes. Sonaron tanto (tanto, tanto, tanto...) que ellos, en algún momento, llegaron a cansarse de alguna. "Hubo un tiempo", comienza José, "que le cogimos un poquito de manía a 'La raja de tu falda'. Claro, de tanto cantarla... Dejamos de ser los Estopa para ser 'Los de la raja', entonces hubo un tiempo que nos jodía". "Pero es de gilipollas. Cuando la quitamos del repertorio la verdad que... ¡hay qué reconocerlo! Fuimos de guays", matiza David.

Rozando los 50 años ambos, dicen que evidentemente con el tiempo han cambiado porque, dicen, "sería ridículo escribir temas sobre 'petas' o litronas". Así que en fondo sí, pero no en forma. Porque, de hecho, con 'Estopia', el disco con 12 canciones inéditas con el que celebran sus bodas de plata en la música, quieren rendir homenaje a ese primer disco. "Y nada de baladas ni hostias. Canciones enérgicas. Cargadoras de pilas", zanjan. Canciones 'muy Estopa'.

Habría que rebuscar mucho para encontrar un grupo español al que el público tenga tanto cariño. Quizás porque ellos se hacen querer, por humildad y espontaneidad. No van de nada, van de ellos. Y conversar con David y José (no es un mito ni hacen un papel, se lo prometo) es como charlar con dos colegas de toda la vida. ¿Y si está ahí parte del secreto de su éxito? Pues ellos no lo saben y justifican "lo suyo" como casualidad, suerte... "o porque se ha terciado".

Como se les tercia, de vez en cuando, acompañar a una orquesta a la que escuchan versionar sus canciones cuando les pilla delante. En el último año, unas tres veces les han pillado así que, al final, la cosa ha terminado convirtiéndose en leyenda que ellos quieren que deje de crecer: "El otro día fui a un bar", comienza David, "y me dijo el de la orquesta: 'Venga, súbete a cantar una'... y no. La veces que lo hemos hecho ha sido en nuestro pueblo, en el cumpleaños de un amigo...". "Y en la Feria de Abril ", recoge José, "porque se terció. Porque íbamos un poco 'papa'".

Seguro que mucho más contenidos que en Sevilla irán a recoger la Medalla a las Bellas Artes que este año les ha concedido el ministerio de Cultura. Les pregunto que si un premio así rejuvenece o envejece y responden que no saben: "Es que no sabemos muy bien qué significa. Debe ser bueno, porque todo el mundo nos felicita y, bueno, a nosotros nos hace ilusión pero a nuestra madre... Se tuvo que tomar un Diazepam porque estaba muy nerviosa, se atacó".

Normal. Debe molar ser la madre de un dúo que vende miles y miles de entradas a los pocos minutos de ponerlas a la venta. Porque sí, dicen que sin pensarlo mucho en esta gira conmemorativa van a cambiar el WiZink y el Palau Sant Jordi por el Metropolitano y por el Olimpic de Barcelona: "Esperemos no cagarla", se auguran a ellos mismos.

Y así, como si por ellos hubiera pasado el tiempo, han llegado al 2024 de la misma forma en la que empezaron en 1998: con humildad, divirtiéndose, disfrutando y sintiéndose afortunados por hacer lo que hacen.

Y, si se cruzan con David o con José en algún bar, un par de consejos: si no están juntos no les pregunten "¿Dónde está tu hermano?" ("Sí, aunque a la gente le sorprenda, no estamos siempre juntos") o cuál es su color preferido ("¿qué mierda de pregunta es esa? ¡Qué más dará cual sea mi color favorito!"), porque lo odian.