Enero de 1956. Camilo José Cela, ya famoso escritor aunque aún no insigne Premio Nobel de Literatura (este galardón llegaría en 1989), se encuentra en Palma de Mallorca. Desde ahí maneja los hilos para crear la que será su revista literaria:'Papeles de Son Armadans' (1956-1979). En abril de este año la revista verá la luz con, entre otras cosas, un texto en catalán. Es de las pocas veces desde la Guerra Civil que se publica en España algo en lengua diferente al castellano. ¿Cómo lo hizo? Una correspondencia inédita que acaba de salir a la luz, y a la que ha accedido laSexta, tiene las respuestas.

"Me paso las tardes en la imprenta trabajando en los Papeles de Son Armadans", escribe Cela en una misiva que envía a Juan Aparicio López en 1956. Aparicio, natural de Guadix (Granada), era entonces director general de prensa del Franquismo y amigo íntimo del escritor. La familia de este franquista, procedente de las JONS con Ramiro Ledesma y a quien se le atribuye el símbolo del yugo y las flechas para el fascismo español, acaba de donar la correspondencia a un archivo privado de la mencionada localidad granadina.

Es la "pieza que faltaba en el puzle" para conocer cómo nació esta publicación

La aparición de estas misivas, que van desde 1948 a 1957 y muestran un camino de 'ida y vuelta' ya que también se conservan las respuestas del cargo franquista, supone una puerta abierta para conocer cómo se gestó una de las principales publicaciones literarias de la época. Es la "pieza que faltaba en el puzle" para conocer cómo nació esta publicación, tal y como confirma a laSexta Lourdes Regueiro, coordinadora de Actividades Culturales de la Fundación Pública Gallega Camilo José Cela.

En las cartas podemos observar cómo Cela trató de lograr un cierto trato de favor del funcionario franquista, y cómo juega todas sus bazas para intentar conseguirlo, no siempre con éxito. Todas estas conversaciones han permanecido ocultas y ni aquellos que estaban con el escritor en esos años sabían de ellas: "Mi trabajo en Papeles era estrictamente literario y de los problemas con la censura se ocupaba directamente Cela", contó a esta periodista el poeta José Manuel Caballero Bonald, que ejerció como secretario (lo que vendría a ser subdirector) de la publicación en los primeros años de su vida.

¿Qué significó 'Papeles de Son Armadans'? ¿Qué pinta Aparicio?

'Papeles de Son Armadans' fue una revista universitaria, erudita y, quizás, minoritaria, pero fue, también, "de las mejores revistas literarias que se han hecho en España en el siglo XX". Quien lo dice, sin un ápice de duda, es el escritor Eduardo Jordá, que fue colaborador de Cela durante los últimos años de la publicación. "No era un torrente, era un huracán de ideas nuevas", relata a laSexta quien también es profesor de Escritura en la Universidad Internacional de Valencia. En las páginas de 'Papeles' tuvieron cabida textos en catalán, en gallego y en euskera, así como nombres de autores y autoras exiliadas o en el ostracismo por el aparato franquista: de Luis Cernuda (exiliado y homosexual) a María Zambrano, pasando por Miguel Hernández (encarcelado por el franquismo), por ejemplo.

"Le abrió la puerta al Nobel", añade Adolfo Sotelo, catedrático de Historia de la Literatura Española de la Universidad de Barcelona y director de la cátedra Camilo José Cela de Estudios Hispánicos de la Universidad Camilo José Cela. "Es la obra clave en su labor de agitador cultural", continúa este experto. Para él, PSA debe verse en tres dimensiones: de un lado, los editoriales en los que se revela la personalidad de Cela; de otro, la publicación de la literatura de la 'España peregrina' en la que se entiende a España como una "polifonía" (de ahí que se publicara en todas las lenguas) y, finalmente, la convivencia de la literatura y las artes (con números dedicados por entero a pintores como Pablo Picasso o Antoni Tàpies).

Con 'Papeles' Cela "quería que publicaran en España españoles que no podían hacerlo", relata Regueiro, que califica de "acto casi heroico" lo conseguido por el autor en aquellos años: "Ayudó mucho a la literatura, consiguió mucho. PSA fue un puente con el exilio, una gran plataforma para estos escritores", continúa Regueiro, quien precisamente está comenzando una tesis doctoral sobre esta revista tan importante en su época y tan poco estudiada, tal y como lamenta ella misma.

Todas las fuentes consultadas tienen claro que sólo Cela pudo lograr un proyecto así, y que sólo él sabía cómo hacerlo: 'engatusando' al aparato franquista. "Era un gran estratega", dice Darío Villanueva, exdirector de la RAE. "Juega al límite", opina Sotelo. Jordá da un paso más allá y no duda al decir que Cela "no fue amigo" de Aparicio, pero que su "diabólica astucia" le hizo hacer creer que sí. "Cela tuvo muy pocos amigos, solo creyó en sí mismo", recuerda. "Sabía moverse muy bien, jugar sus bazas, tenía un maravilloso conocimiento de la psicología humana y lo usaba para manipular", relata el escritor.

Regueiro no está de acuerdo con esta afirmación, y sí habla de amistad entre los dos protagonistas de esta historia: "Era un quid pro quo", explica, al tiempo que asegura que estas cartas muestran cómo Aparicio jugó un papel esencial en la creación de la revista. "Fue fundamental", añade Sotelo, que también ha accedido a la correspondencia. La misma opinión tiene el bibliófilo Julio García de los Reyes, guardián de estas cartas: "Se tenían aprecio mutuo", relata.

Aparicio parecía tener auténtico aprecio por Cela y, de hecho, presumía de haber sido su "verdadero promotor". Fue él quien puso al gallegoen el puesto de censor en los años 40, quien consiguió que se editara 'La Familia de Pascual Duarte' en italiano o quien le publicó constantemente en las revistas que dirigió (de 'La Estafera Literaria' a 'El Español'). "[Cela] fue madurando como escritor bajo mi amparo y protección", contó el propio Aparicio años después, según puede leerse en el número dedicado a su figura por la revista 'Ad Turres', del Archivo Municipal de Torrevieja. De hecho, el primer texto en el que se cita a Cela y su importancia literaria fue escrito por Aparicio en su libro 'Españoles con clave', en 1945.

Cela también dedicó elogios a Aparicio en sus 'Memorias, entendimientos y voluntades' (1992), donde habla de que este cargo franquista fue "el gran animador de la cautiva vida literaria de aquellos años exhaustos y deteriorados". De hecho, recuerda que en sus revistas "dio cabida a gentes de izquierda". Aparicio, en palabras del Premio Nobel, era "un tipo inteligente, soñador, caprichoso, autoritario y paternalista, que echó una mano a mucha gente".

Las intrigas de Cela, al descubierto

La correspondencia que nos interesa --la relativa a los 'Papeles de Son Armadans'-- se inicia el 25 de enero de 1956 desde la calle Bosque, en el barrio de Son Armadans, en Palma de Mallorca. Desde ahí un cauteloso Cela escribe a Aparicio pidiéndole "si no fuese a violentar norma alguna" enviar a la censura en Madrid "los originales copiados a máquina" para, así, ahorrarse "algunas pesetas". Esto implica ya cierto trato de favor, pues normalmente los textos que se enviaban a examen iban tal cual irían impresos, y no en copias escritas a máquina. "Perdóname la lata y cárgala a la cuenta de nuestra vieja amistad y de la mucha ilusión que me hacen mis nonnatos Papeles", concluye la misiva. "Lo que me pides ya sabes que está concedido", le responde el director general de Prensa el 8 de febrero.

Es el 15 de marzo cuando Cela envía "tres números mecanografiados del material del primer número" de la revista. "Hazme propaganda ante los amigos, sé clemente conmigo y, si puede ser, ordena que no se demoren mucho en el reenvío", escribe el escritor. Entre la lista de textos que pasarán el examen ya hay uno que llama la atención: el poema 'Cor delatat', del poeta catalán Carles Ribas -"es una declaración de intenciones", explica al respecto Regueiro-. Mientras Cela espera la llegada de las galeradas de la censura, idea otra argucia: el 28 de marzo, aprovechando que la respuesta de la censura se retrasa, el escritor aprovecha para hacerle otra petición: ser censor de su propia revista.

Cela tenía buenos argumentos para apoyar su petición, y así se lo hace saber a Aparicio: le recuerda su época como censor en los años 40, le dice que su intención "es buena" y que no tiene "ninguna suerte de interés bastardo o desviado". Además, le recuerda que tiene carnet de prensa -que se lo "regaló" el propio Aparicio, como puntualiza Sotelo-, de FET y de las JONS. "Soy responsable de mis actos", "consultaría contigo", "todas tus consignas serían cumplidas", continúa el escritor. Todos estos argumentos no extrañan a Jordá, quien lo conoció bien: "Siempre jugó a hacerse pasar por más adepto al régimen, se hacía pasar por falangista", asegura en conversación con laSexta.

El escritor "conocía los entresijos de la censura. Precisamente por esto, contando con que en principio no era sospechoso, sabía que aquella censura tenía grietas y en cierto modo era suficientemente chapucera como para que un tipo hábil pudiese llevarla al huerto… hasta cierto punto", añade Villanueva, también catedrático de Teoría de la Literatura por la Universidad de Santiago de Compostela. "CJC probablemente hizo aquí una jugada de póker, a ver si colaba, y no", zanja, no sin mostrar cierta sorpresa por la petición del escritor: "Es extraño", agrega a laSexta.

¿Por qué el censor se permite buscar aviesas e inextrincables intenciones donde no las hay?

Cela, a Aparicio

No pasa ni un día hasta que Cela vuelve a la carga: ya ha recibido las galeradas de la censura y el resultado es del todo menos satisfactorio. "Estoy consternado", escribe el 29 de marzo, criticando "tachaduras que no me explico, y menos en una revista tan minoritaria como la mía". Entre otras cosas, el drama 'Muerte en el barrio', de Alfonso Sastre, "se lo han cargado entero", lamenta.

"¿Por qué el censor se permite buscar aviesas e inextrincables intenciones donde no las hay?", clama tras haber recibido la negativa a la frase "Papeles de Son Armadans tendrá también sus silencios". "¡Pues claro que los tendrá!", exclama un Cela visiblemente enfurecido, quien también se queja de que le tachen la palabra "puta" en referencia a una loba muerta en un texto de Rafael Sánchez Ferlosio. "El malévolo censor interpretó torcidamente mis palabras", insiste. Finalmente concluye pidiendo a Aparicio si "cree oportuno" perdonarle "alguna tachadura".

La censura en Palma de Mallorca

Estos resultados hacen más que evidente algo: Cela debe dejar de pasar la censura en Madrid, y a ello se encamina. Tras mandar un texto de Gregorio Marañón en sustitución del de Sastre (esta vez no habrá problema con la censura y será el propio Aparicio quien le dé el visto bueno con un telegrama) y lograr publicar el primer número de 'Papeles de Son Armadans' con cierto retraso -- "han nacido, yo creo que con bien", escribe el 9 de abril--, el escritor se pone manos a la obra.

Tras el silencio de Aparicio a su petición de ser su propio censor, Cela pensó otra fórmula: pasar la censura en Palma de Mallorca. Así se lo solicita el 25 de abril: "el tiempo que me hacen perder los correos es excesivo", argumenta el escritor. La respuesta de Aparicio, de nuevo, es el silencio, con lo que Cela insiste apremiándole: "Contéstame al punto de la censura de 'Papeles de Son Armadans' en Palma, para mí es vital", clama el 29 de abril. "Es la única salida que veo", insiste el 4 de mayo.

La decisión se toma finalmente en una reunión entre ambos la isla, donde el autor de 'La Colmena' logra su objetivo. Pero, ¿por qué era "vital" para Cela pasar la censura en Palma? No hablamos solo de tiempos, que también, sino del poder del escritor. "En la provincia, la influencia de Cela, el escritor ya famoso que allí residía y hacía una estratégica vida social, era mucho mayor, habida cuenta además su capacidad de seducción, que era innegable", explica Villanueva.

"CJC sabía con quién se jugaba los cuartos, la censura era férrea, pero a lo mejor consideraba que en Palma no lo era tanto", añade Regueiro. Sotelo coincide: "En Palma tenía más facilidad, podía convencer" al censor, añade, recordando que en Madrid, además, Cela ya tenía "un contencioso desde 'La Colmena'", que fue censurada y tuvo que publicarse en Argentina antes que en España. Eso sí, matiza que pasar el control en Palma tampoco fue un camino de rosas. "La censura también era compleja", puntualiza.

CJC sabía con quién se jugaba los cuartos

Lourdes Regueiro

Camilo José Cela Conde, hijo del premio Nobel, cuenta a lasexta.com que el cambio fue "crucial" porque el delegado del Ministerio de Información y Turismo en Baleares, Francisco Soriano, era amigo de su padre y, además, "tenía todo su interés puesto en el turismo, no en una revista literaria".

Aunque Cela Conde dice "con absoluta certeza" que Cela no tenía poder sobre la censura (ya decía Umbral que era difícil pensar en "un censor más censurado" que él), sí que es cierto que en Palma ejercía esa mayor influencia: "El censor de Palma era un pobre hombre que no se atrevía a llevarle la contraria a Cela y prefería acatar lo que éste decidía antes que provocar su cólera", recordaba al respecto Caballero Bonald.

No es de extrañar, de hecho, que las misivas a partir de aquí se espacien mucho más: Cela no necesita la 'mano' de su amigo Aparicio. La correspondencia concluye a finales de febrero de 1957, con una felicitación del delegado de Prensa a Cela por, se sobreentiende por la fecha, entrar al fin en la RAE: "No quiero que en este momento te falte mi sincera felicitación de amigo que te aprecia y te quiere. Me he alegrado infinitamente de tu triunfo". Años después el 'protector' de Cela renegaría de él, según dice el propio autor en sus memorias: "Me abandonó a mi suerte cuando las cosas vinieron mal dadas, pero ya se sabe que a la gente hay que tomarla como es". Francisco Umbral, en su libro 'Cela, un cadáver exquisito' (2002), dice que el escritor "se hizo fama de rojo en el mundo" gracias a la revista. Que ese sea el motivo o no de su distanciamiento de Aparicio es un secreto que ya no está en las cartas.