Varios autores
Traducción del ucraniano al inglés: Paul Martsin, Khrystyna Mykhailiuk, Nadia Svadchak
Traducción del inglés al español: Elia Varela
Editorial: Living the War
Año de publicación original: 2023
¿Qué ocurre cuando tu país, tu ciudad, tu pueblo, tu barrio, entra en guerra? ¿Qué pasa con esas millones de vidas que se ven completamente trastocadas de la noche a la mañana? Un grupo de periodistas y fotógrafos ucranianos se propusieron, en febrero de 2022 cuando Rusia invadió su territorio, contárselo al mundo.
De esa urgencia nació Living the War, una asociación que busca registrar la vida bajo las bombas, no como una estadística sino como un mosaico de experiencias personales. Su primera herramienta fue una web, Livingthewar.media, concebida como un diario de guerra en tiempo real: reportajes, fotografías y entrevistas que recogen, desde hace más de tres años, lo que significa vivir en un país arrasado por la invasión.
De la urgencia de la guerra nació 'Viviendo la guerra', una asociación que busca registrar la vida bajo las bombas
No hay filtros de propaganda ni narradores externos; hay voces propias que hablan desde refugios, sótanos, estaciones de metro, calles que cambian de un día para otro.
Con ese material decidieron dar un paso más: convertir la documentación en libros que sirvieran a la vez como memoria y como forma de financiación para seguir trabajando. Así nació la serie Viviendo la guerra, un proyecto que se estructura en cuatro tomos temáticos —hasta ahora—. Cada uno es un intento de fijar una parte del rompecabezas de la guerra: la vida en Kyiv, la infancia, la ocupación o la transformación de civiles en combatientes.
Resistencia
El primer volumen —objeto de esta reseña— se centra en los primeros meses de Kyiv tras la invasión. Doce testimonios que muestran cómo una capital europea pasó, en cuestión de días, de la normalidad a la resistencia. Historias de familias que se refugiaron en el metro, de vecinos que improvisaron barricadas, de artistas que abandonaron los escenarios para cocinar en comedores sociales. Fotografías que congelan un estado de espera permanente: calles vacías, rostros iluminados por la luz tenue de los generadores, la ciudad entera sosteniéndose en equilibrio precario.
Infancia bajo fuego
El segundo libro aborda un tema especialmente doloroso: la infancia en guerra. Ocho historias que recogen dibujos de niños, entrevistas con maestros y testimonios de familias desplazadas. Niños que aprenden a diferenciar el sonido de un cohete del de una sirena, que juegan a esconderse como si los refugios fueran parte del patio escolar, que asocian la palabra "hogar" a un lugar que ya no existe. El resultado es un retrato de la vulnerabilidad, pero también de la extraña capacidad de resiliencia infantil, donde la inocencia se mezcla con una conciencia precoz de la violencia.
Miedo
El tercer tomo se adentra en los territorios ocupados por el ejército ruso. Allí las historias adquieren un matiz sombrío: controles en las carreteras, saqueos, propaganda obligatoria, persecuciones a activistas. Las voces que se recogen hablan de miedo, pero también de resistencia silenciosa: vecinos que se niegan a colaborar, periodistas locales que siguen informando en la clandestinidad, familias que arriesgan todo para escapar. Cada testimonio desmonta la frialdad con la que a veces se habla de "zonas ocupadas" y lo traduce en experiencias concretas de vigilancia, pérdida y dignidad.
Civiles y combatientes
El cuarto volumen se ocupa de los civiles que decidieron alistarse. Médicos, agricultores, diseñadores gráficos, músicos. Personas que hasta ayer tenían profesiones comunes y que, de la noche a la mañana, se vieron convertidas en soldados. Seis foto-ensayos siguen sus pasos desde el momento en que dejan sus casas hasta la primera línea del frente. Lo que se muestra no es épica militar, sino la paradoja de la normalidad quebrada: un violinista que entrena con un fusil, una médica que combina guardias en el hospital con turnos en la trinchera, un agricultor que cambia el tractor por un tanque.
En todos los tomos hay un hilo conductor: la voluntad de rescatar la experiencia individual frente a la abstracción de los números
En todos los tomos hay un hilo conductor: la voluntad de rescatar la experiencia individual frente a la abstracción de los números. La guerra suele expresarse en estadísticas de muertos, desplazados, ciudades arrasadas. Viviendo la guerra propone lo contrario: poner rostro y voz a lo que la violencia borra. No son “los civiles de Kyiv”, sino una madre que canta nanas en un refugio; no son “los niños ucranianos”, sino una niña que dibuja cohetes sobre un papel de colores; no son "los soldados del frente", sino un diseñador gráfico que lucha mientras sigue dibujando en sus ratos libres.
El proyecto se sostiene sobre esa mezcla de periodismo y memoria, de documento gráfico y relato humano. No busca ofrecer una visión total ni definitiva —porque ninguna lo es—, sino una constelación de perspectivas que juntas componen una imagen más honesta de lo que significa vivir bajo la guerra. Por eso los libros funcionan también como archivo colectivo, un intento de fijar lo que la urgencia tiende a borrar.
Al leerlos queda claro que Viviendo la guerra no es solo una crónica del presente, sino también un mensaje hacia el futuro: cuando alguien, dentro de unos años, pregunte cómo se vivió la invasión rusa en Ucrania, habrá respuestas concretas, nombres propios e imágenes que no dejan lugar a la duda.
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