El biólogo Prudencio Fernández González, que vive desde hace cuatro años en la localidad de Selaya, en Cantabria, aunque lleva muchos años estudiando al tejo y sus comportamientos con respecto a los cambios climáticos y su propia idiosincrasia, se ha hecho amante y profundo conocedor de estos árboles, y además es miembro de la Asociación 'Amigos del tejo y las tejedas'.

Fernández explica que "el tejo es un árbol que tiene una gran personalidad por su longevidad, ya que puede llegar a vivir miles de años, además de por su adaptación a los cambios climáticos mediante la transformación de su sexo", aunque subraya que estas conclusiones, por hoy son hipótesis, de las que se comienzan a tener certezas.

"Aquí en España se encuentra principalmente por las zonas montañosas del Sistema Central, la cordillera cantábrica y algunas zonas del Sistema Ibérico y Pirineos", indica el biólogo. El origen del tejo procede de antes de la Era Terciaria.

"Al ser árboles tan longevos, las condiciones ambientales en las que viven a lo largo de su existencia han ido cambiando en los últimos siglos, algunas veces, el clima ha sido más caliente, otras más frío, y hay árboles que han sobrevivido a todos esos siglos y cambios", señala Fernández.

Puede haber momentos en los que las condiciones son más propicias, con temperaturas más templadas y húmedas o más frías o secas que favorecerían más a hembras o machos respectivamente, y si en estos cambios la proporción entre machos y hembras de una población cambia radicalmente, sería cuando podrían favorecerse cambios en el sexo de algunos individuos.

Los árboles masculinos son capaces de vivir en condiciones climáticas más duras, con más frío y menos agua y, sin embargo, las hembras necesitan un clima más templado y suelos más ricos. Estas condiciones se están dando en la actualidad porque la cubierta arbolada en general está aumentando, debido a que la madera ha dejado de ser el combustible principal.

Tejos que han estado aislados en sitios muy aptos durante muchos años y que eran machos, al cambiar las condiciones del clima, que con los años se han hecho mucho más suaves y propicios, pueden transformarse en hembras y reproducirse, dar semillas y aumentar las poblaciones del tejo.

Entonces dejará de producir semillas o producirá muchas menos y "puede acabar transformándose en tejo macho para aguantar estoicamente esas malas condiciones esperando que mejore el clima y poder volver a ser una hembra". "Estás teorías acerca del cambio del sexo, en el caso de ser ciertas, podrían servirnos en la investigación y control sobre los efectos del cambio climático", concluye el biólogo.