Y es que, aunque este trastorno neurológico no tiene cura, cuando se diagnostica y se trata de forma precoz por profesionales en atención infantil temprana tiene un mejor pronóstico que cuando se detecta de forma tardía. Por ello, la psicóloga del CAIT San Rafael de Granada, Raquel Carrillo de Albornoz, ha destacado la importancia de que los padres estén atentos y detecten las señales para acudir cuanto antes a un centro especializada.
"Entre los 9 y los 16 meses, los bebés utilizan su dedo índice para señalar con el objetivo de indicar que aquello que le causa sorpresa o le llama la atención, como señalar a un perro durante un paseo en la calle; o para solicitar algo que desean, cuando señalan el agua porque tienen sed y necesitan que se les dé de beber. Los niños con autismo no desarrollan el señalado o lo hacen muy tardíamente, por lo que las personas que están en contacto con el niño deben tomarlo como un indicador de alarma de un trastorno en el desarrollo", ha explicado la experta.
Asimismo, prosigue, los niños que no responden orientándose hacia la persona ni verbalmente cuando se les llama por su nombre pero que, sin embargo, al escuchar la sintonía de los dibujos animados que le gustan sí reaccionan, prestan atención, podrían presentar la sordera paradójica, es decir, no tienen ningún problema auditivo pero sí que puede ser una señal de este trastorno.
Del mismo modo, notar un parón en el desarrollo del niño en torno a los 15-18 meses debe también alertar a la familia. "Cuando el niño, al alcanzar el primer año, dice palabras como 'mamá', 'papá', o ya sonríe, o fija la mirada en objetivos concretos, etc., y de repente en ese tramo de edad deja de hacerlo, puede ser sintomático del autismo. Esa desconexión con el mundo que le rodea no debe ser interpretada por los adultos del entorno como falta de interés del niño, sino como un signo de alerta a consultar con los especialistas en atención temprana", ha explicado.
Ahora bien, la psicóloga ha comentado que ninguno de estos signos por sí mismos, presentados en solitario, son indicadores de la presencia del trastorno, pero sí deben alertar a las familias de que algo podría estar pasando en el desarrollo de sus hijos o hijas y acudir a su pediatra de atención primaria para la derivación del menor al servicio especializado, en caso necesario.